sábado, 2 de noviembre de 2013

El mapa del tatuaje en Medellín


El pabellón del tatuaje en El Paseo La Playa, centro de Medellín.

Sin aceptación y  aún considerado un tabú por algunas personas, las ideas sobre el tatuaje se  mueven entre una cultura conservadora y una moderna, según las diferentes fuentes consultadas. Aquí presentamos la opinión de artistas y clientes en diferentes lugares de la ciudad.



Texto y fotos: Alejandro Arboleda Hoyos – Santiago Rúa Correa

Repulsivas para unos, maravillosas para otros, así se consideran estas obras hechas a punta de aguja y tinta en Medellín. En la ciudad existen diferentes zonas en las que los tatuadores trazan diversas figuras en la piel.

Hace alrededor de 50 años es el ciclo en el que llegó a Colombia la tendencia de tener la piel marcada por dibujos y letras. Anteriormente era símbolo de problemas y criminalidad. En la normalidad, la cárcel, el vicio y las drogas eran asociados con aquellas personas que hacían de su cuerpo el lienzo de los artistas del tatuaje. No había lugar para una revolución corporal de tal magnitud en una sociedad tan conservadora.

Hoy, metidos trece años en el siglo XXI, llevar un tatuaje es tan común como llevar un tipo de ropa. Desde doctores hasta hombres de negocios lucen tatuajes en diferentes partes de su cuerpo, como lo cuentan los diferentes partícipes de esta entrevista.


Transitando el Metro de Medellín


Gabriel Villa, de 56 años, mostrando sus tatuajes en el metro. 

Un publicista de 56 años, llamado Gabriel Villa, al dirigirse a la estación Madera del Metro, nos habló sobre su vida en el tatuaje. Es un hombre alto, de cabello cano y lentes que sería el clásico prototipo de un ejecutivo de la sociedad antioqueña, si no fuera por cuatro detalles que están desde hace dos décadas plasmados en su piel.

Gabriel expone orgullosamente sus brazos descubiertos, donde están ubicados solo dos de los cuatro tatuajes que tiene. “Yo les encuentro un sentido más que moda. En mi brazo izquierdo tengo dos rosas y la palabra “Arcángel” Las rosas me gustan mucho y Arcángel es el nombre de mi compañía, me lo hice porque quería tenerla siempre presente. En mi brazo derecho tengo un ejercicio libre de un tatuador, le dije que me hiciera unos dibujos indios. En mi hombro izquierdo tengo un código de barras y en mi espalda uno muy especial que me lo hice cuando nació mi hija hace 17 años”.

Aunque siempre fue un hombre emprendedor, desde joven tuvo que soportar las consecuencias de tener una piel diferente a la mayoría de las personas.

“Al principio me tocaba tener mis brazos cubiertos empezando porque no era bien visto tener dibujos pintados en el cuerpo, empezando por mi familia”.

Gabriel es un hombre de mente muy abierta. Hoy en día no tiene problema en mostrar la tinta que puso en su piel a lo largo de su vida. Incluso afirma no tener problema el día que su hija decida seguir sus pasos en cuanto a modificar su cuerpo: “Considero que para hacerse un tatuaje debe haber madurez y entender lo que se quiere representar en la piel”.

Lo que se plasma en La Playa de Medellín

El estilo del tatuaje tribal que se tatuó Miller en su pecho.


En el centro comercial El Paseo de La Playa, hay más de 15 locales dedicados al arte del tatuaje y las modificaciones corporales. Extensas vitrinas llenas de pircings, expansores, anillos y demás adornos, se exhiben a lo largo de los pasillos. Uno de esos locales es el de Jonathan García, donde Miller, un joven sin miedo al que dirán, pues así lo afirma, ha decidido plasmarse una lagartija de estilo tribal en su pecho.

“Hace rato quería hacerme uno y las lagartijas me gustan mucho”, Afirmó Miller con los ojos llorosos mientras el tatuador plasma el arte en su piel. Jonathan suda un poco mientras tiene los ojos fijos en su obra. Con la paciencia que sus ocho años de experiencia le han dado, contesta las preguntas acorde al movimiento de su aguja.

 “Cinco años atrás yo tenía ese tabú de salir a la calle mostrando mi piel marcada, pues tengo aproximadamente 28 piezas de tatuaje en mi cuerpo. Ahora se volvió tan común llevar un tatuaje, ya no hay tanto problema, empezando porque he tenido clientes que son doctores, ingenieros, abogados, etc”, dice Jonathan.

Mientras la lagartija va tomando forma en la piel de Miller, el tatuador nos cuenta cómo es la situación hoy en día, según su concepto, en torno a su labor: “Hoy en día no se estigmatiza tanto al ser humano por lo que modifica en su cuerpo, como en años pasados. Hay que juzgar a las personas no por su exterior, sino por lo que son en verdad”.

En un local del mismo centro comercial también se tatúan historias, esta vez de manos de Juan Esteban Hernández: “Llevo seis años en el oficio de tatuar, y cuatro en este local. No sé cuántos tatuajes tengo en mi cuerpo, pero tengo tatuados gran parte de los brazos, el estómago, los pies. No he recibido algún rechazo, pero sí muchos comentarios con un poco de ignorancia por decirlo así”.


Juan Esteban informa que tatúa en el local donde trabaja al igual que lo hace en su casa ubicada en el barrio San Javier.

Juan Esteban es un hombre de barba larga, y complexión media. Trabaja en el local de su familia, llamado Sandalo. En esta tienda vende artículos del mundo del mundo del género musical así como variados accesorios. “La mayoría de la gente en vez de juzgar, pide que le muestre los tatuajes”, explica.

Linea temporal del tatuaje


Al ritmo del rap, “Nex”, pues así se hace llamar, comienza a trabajar en su local Graphical Tatoo. Esta tienda, ubicada en el occidente de la ciudad, está abierta desde horas de la mañana para la venta de pircings y adornos corporales. Al llegar su compañero y diseñador de tatuajes, Juan Manuel Ramírez, le avisa que a la 1:00 p.m. llegará Alexánder Betancur, quien se tatuará por cuarta vez a manos de “Nex”.


Máxima concentración y disciplina de “Nex”, para entregar un buen dibujo.

Esta vez el joven piensa llevar la tinta en su piel a otro nivel. Una enorme calavera con una corona y rosas adornará un viejo tatuaje que tiene de su nombre. Esta vez el color jugará un papel fundamental en la obra, un reto para el veterano en este arte, como muchos de los que ha tenido en sus 15 años de experiencia. “Tenía 16 años cuando hice mi primer tatuaje, un Jing Jang en un seno. Siempre se tienen nervios”, dice Nex, recordando su primer trabajo.

El tatuador afirma que en Medellín la gente no tiene un gusto específico a la hora de marcar su piel. Los diseños son diversos dependiendo de la persona y sus gustos. “No existe un símbolo como tal que le guste a todo el mundo. Aquí vienen tanto personas intrépidas que quieren algo grande, como parejas que quieren tener ambas el mismo dibujo”.

Las canciones de rap van pasando mientras Alexánder se afeita la parte de su cuerpo que será intervenida. “Nex” se prepara para las cinco horas de trabajo que le esperan. Juan Manuel le prepara las tintas en orden y Alexánder la mira expectante, pues sabe que en pocos minutos esos colores pasarán a ser parte de su cuerpo. “Uno como artista siempre se entrega al diseño que está haciendo. La concentración es un 100%”, expresa.

Si hay algo que aclarar, es que aunque no hay diseños globales en la ciudad, tampoco es indiferente a las diversas modas que van surgiendo. Los tatuajes que se hacían hace diez años eran distintos a los que se hacen hoy en día. Esta cultura va transformándose cada día más: “Hubo una época en la que había un “boom” por las letras chinas y de hecho hoy en día se sigue viendo. También existió la época de los muñequitos de los Looney Tunes. Todo va cambiando, antes los tatuajes eran más tímidos, más pequeños, ahora la gente busca algo original y único”.

Alexánder se sienta en el mueble negro—cubierto por un plástico que se cambia constantemente para evitar infecciones— y “Nex” comienza a trazar con un marcador el dibujo que este eligió. Una vez ya lo tiene listo, prende el aparato que sostiene la aguja y comienza una nueva obra que estará a merced de los comentarios de quienes aún rechazan este arte.

“Los comentarios negativos sobre los tatuajes yo los veo más como falta de cultura y de educación. De hecho hace poco una clienta vino a taparse un tatuaje que tenía, ella trajo a su mamá y la señora comenzó a decir que las personas que se hacían eso en la piel eran desadaptadas, entonces a mí sí me tocó explicarle unas cuantas cosas”, relata el tatuador.
Mientras la aguja se desliza, “Nex” pone ese 100% de concentración del que habló anteriormente, para dejar satisfecho a su cliente. El trabajo será largo, las horas pasarán hasta que por fin el producto esté terminado y un nuevo tatuaje se exhiba en las calles de Medellín.

“Hay incluso campañas en las empresas que dicen que si estás tatuado, no te contratan, eso me parece absurdo. En Medellín de diez personas, siete están tatuadas", concluye este artista.

“Nex” traza las primeras líneas, crea la primera flor y pasa a pintar el contorno de la calavera mientras se quita con su otra mano el sudor de la frente. Solo han pasado unos cuantos minutos de las cinco horas que faltan. El trabajo apenas comienza…

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