domingo, 16 de febrero de 2014

La esperanza que no se derrumbó


Daniela Vallejo: 

Un derrumbe fue la gota que rebosó la copa de dificultades de la familia Vallejo Causil, quienes hoy en día cuentan sus vivencias con una sonrisa en el rostro.
Después del duro embarazo de la señora Luisa Causil, madre de Esteban y Daniela Vallejo, sumado al abandono de su esposo y las molestias causadas por una vecina con delirios de bruja, esta familia tuvo que armarse de valor para superar una catástrofe que no solo le marcó la vida, sino que la impulsó a salir adelante.


Por: Juan Sebastián Álvarez Cossio

Esteban: el hijo menor

“Mi hermana estaba en el mueble acostada viendo televisión, de repente la colina que había detrás de la vivienda se derrumbó y arrasó con la pared que la protegía, enterrándola completamente. Escombros, árboles, el muro y una cantidad enorme de tierra cayó encima de Daniela”.

“Yo, en mi desesperación, no sabía qué hacer, era tanta la impresión que sentí como mi vida completa se resumía en segundos y llegaba a su fin, pero a un fin incierto, lleno de zozobra. Ese fue el único momento en la vida en que mi mente ha estado en blanco completamente, es una sensación de vacío y soledad tan completa que nunca voy a olvidar, cuenta Esteban con un aire melancólico y unas cuantas lágrimas que no puede contener”.

“Me sentía tan inútil, ver cómo caía más y más tierra encima de mi hermana y no poder hacer nada por ella, mis fuerzas no eran nada comparadas con las de la naturaleza. Al cabo de unos minutos llegó mi madre, la tragedia era tan grande que hablaba por sí sola, las palabras sobraban, pero mi mamá, inconsolable por lo sucedido, gritaba como nunca antes lo había hecho en su vida, pidiendo ayuda a la gente que vivía a los alrededores”.

“En medio de su desesperación no hacía más que decir: ‘Mi niña, mi niña, se me murió la niña’. Los vecinos aterrorizados se acercaban a observar lo que había pasado, unos lloraban y consolaban a mi mamá por la muerte de mi hermanita, otros no perdíamos las esperanzas y con todas las fuerzas cavábamos desesperados tratando de sacarla y encontrarla viva”. 

“Después de largas horas de búsqueda, uno de los vecinos que luchaba por la  vida de Daniela escuchó su voz: “Mami, estoy bien, pero sáquenme ya”. Con la ayuda de los bomberos, la Policía y los rescatistas, empezamos a remover los pesados escombros que la tapaban y logramos desenterrarla de la cintura para arriba, pues sus piernas estaban sepultadas bajo pedazos muy pesados de adobes y concreto. Daniela seguía ahí, medio enterrada, mientras mi madre trataba de tranquilizarla, yo la abrazaba y rodeaba impidiendo que la tierra que aún se deslizaba la volviera a cubrir”.

“Cuando mi papá apareció lo primero que dijo fue: ‘Se perdieron los huevos que acabé de comprar’. Ese señor no medía las consecuencias de lo que había sucedido, era como un escombro más en la vida de mi hermana.”

De esta manera se unieron las fuerzas para sacar a esta joven de esa tumba improvisada que la naturaleza le había hecho, pero que no pudo matarla. Cuando Daniela salió, relata Esteban que su mamá la abrazó con la mayor de las alegrías, pero también con una inagotable angustia que agitaba su cuerpo ahogándola de tristeza. A pesar de la magnitud del desastre, Daniela conservaba la calma, aunque cuando vio la cantidad de gente aglutinada que la miraba entró en pánico al punto de no dejar de temblar.

Daniela: la hija

“Cuando vi que el muro se abría en dos, me tapé con la cobija y metí la cabeza en uno de los rincones del mueble donde estaba acostada, esto fue algo que amortiguó el peso”, cuenta Daniela mientras recrea los hechos en el sofá de su casa.

 No con tanta tristeza como su hermano, ella tiene una luz de esperanza en sus ojos, es mucho más optimista, alienta a su hermano para que deje de llorar y le recuerda repetidamente que es necesario volver al pasado, para recordar todo lo que han superado y lo que van a alcanzar.

“Milagrosamente salí ilesa de esa catástrofe”, continúa hablando Daniela con una sonrisa en su rostro, pues aunque sentía un enorme peso encima, “definitivamente era el de una pluma comparada con la inmensidad de toneladas de tierra que me cubrían y aunque tenía una inmensa carga emocional, me detuve a pensar por un momento, trate de estar tranquila y luché por permanecer viva porque sabía que mi familia me estaba esperando, que no era ese el momento para irme…”

“Hace poco me leí un libro hermoso que se llama La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, donde se ilustra de la mejor manera todo lo que viví ahí enterrada”. ‘La carga más pesada esa que nos destroza, donde somos derribados por ella, que nos aplasta contra la tierra, pero al mismo tiempo es la imagen de la más intensa plenitud de la vida.

 Cuanto más pesada sea la carga más al ras de la tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su terreno, que sea real solo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes’.”

“Eso fue lo que sentí, no la carga de la tierra sino la carga de la vida, una fuerza que me trajo a la realidad, haciéndome ver las cosas de otra manera, logrando que naciera de nuevo y me enseñó que las ilusiones son buenas, pero que no podemos desprendernos de una realidad que tenemos que enfrentar cada día, no evadiéndola, sino superándola. Ese día vencí muchos miedos, el temor a la soledad, al fracaso y, el mayor de todos, el miedo a la muerte”.

“Uno piensa que sería imposible sobrevivir con tantas toneladas de escombros encima, a mí me cubrió una montaña completa, con árboles inmensos y un muro de concreto y aquí estoy, gracias a Dios no me pasó nada. A uno en una situación como esas se le activa ese instinto de supervivencia que no nos deja desprendernos de la vida, más cuando sabemos que arriba de todos esos escombros está lo que más amamos, nuestras familias, nuestros sueños. Esas ganas de vivir no se agotan”.

“La capacidad física, el estado mental y emocional en una situación así es completamente distinta a la que se piensa, lo digo por experiencia propia. Sí, hay preocupación y angustia, pero también una fortaleza interna, que no lo deja a uno entregarse a la muerte. Morir en una situación así sería fácil si uno se deja ahogar de la depresión y la desesperación. Pero puede más la vida, en medio del mal siempre el bien ilumina la oscuridad, por más tinieblas que haya, uno siempre se aferra a esa luz”.

“No hay que desistir, con fe se puede lograr hasta lo imposible, sé que es difícil pensar así, pero en medio de todas las dificultades que he vivido, aprendí a correr riesgos, a enfrentar la vida sabiendo que no siempre se consigue lo que se quiere”.

“A veces es mejor sorprenderse que desilusionarse, no perder la esperanza, pero ser realistas, suena contradictorio, pero me refiero a que no hay que resignarse antes de tiempo, cuando todavía existe la posibilidad de alcanzar lo que se sueña, pero también hay que estar preparados para lo que pueda pasar”.

Doña Luisa: la madre

“El día del derrumbe me sentí destruida, la niña de mis ojos se había ido, eso fue lo primero que se me vino a la mente. Yo miraba a mí alrededor y sentía tanto dolor, el dolor de no poderles brindar otra vida a mis hijos, de darles seguridad, tranquilidad, como mínimo una vivienda digna, ellos se merecen lo mejor, son muy buenos hijos, pero no tengo la posibilidad de sacarlos de aquí”.

“Me sentía muy culpable, dice mirando fijamente a sus dos hijos, en ese momento Daniela y Esteban empezaron a llorar, se abrazaron, se sentía un ambiente tan triste pero tan lleno de amor, sus lágrimas no inspiraban lástima, expresaban agradecimiento y unos inmensos deseos de salir adelante”.

“El lugar donde está ubicada la casa, hoy es un barranco, aunque mucho más poblado que antes, agrega Doña Luisa, pues cuando llegamos solo había una casa más aparte de la nuestra, pero con una gran diferencia, la casita del lado era de bareque y no hacía tanto frío ni se mojaba cuando llovía como en la de nosotros. Esta casa no la escogí yo, me la escogió el destino, pues la usura de los paisas me obligó a comprar este pequeño terreno que hoy es mi hogar, y que costó exactamente el dinero que tenía en las manos para asegurarle un futuro a mi familia”.

“Cuando llegué a esta ciudad sintonizaba una emisora que en aquel entonces se llamaba Nuevo Continente y que hoy se llama BBN, donde escuchaba las prédicas de un hombre muy sabio. Así fue como conocí la iglesia del pastor Miguelito, donde empecé a congregarme varias veces a la semana”.

“Un día tomé la decisión de devolverme a La Costa para reencontrarme con el padre de mis hijos mayores. Sin embargo, antes del viaje, Dios me habló y me dijo que no lo hiciera, que él me estaba engañando y efectivamente era así, pues al cabo de unos días me enteré que vivía con otra mujer y que todo lo que me decía no eran más que patrañas para quitarme los niños. Por eso no me quedaba más que vivir aquí”.

“Lastimosamente yo había renunciado a mi trabajo para irme y esta fue otra de las razones por las que tuve que quedarme, no tenía dinero para ir a otra parte. En mi casita de cuatro tablas y un piso de arena sin nada que comer, no podía mantener a mis hijos, entonces decidí conseguir un nuevo empleo”.

“Empecé a trabajar con una señora cristiana que tenía una finca cerca de la ciudad y una familia de la iglesia donde yo me congregaba me cuidaba los niños mientras cumplía con mi labor. Mi nueva patrona me pagaba el doble de lo que la otra me daba. Estaba ganando trecientos mil pesos mensuales y con eso compraba lo necesario para mantener a mis dos hijos”.

“Mi vecina más antigua, la señora Amanda, es bruja y practicaba conmigo sus hechizos, aunque nunca le funcionaron (se ríe a carcajadas). En ese entonces una de mis hermanas estaba pasando por una muy mala situación económica en Sincelejo y me pidió que la acogiera con sus dos hijos en mi casa. Y yo la acepté”.

“Mi hermana no le cayó bien a la bruja –cuenta mientras prepara un café para amenizar el ambiente– aparte de que vivíamos apretujados por lo restringido del espacio y la cantidad de personas que estaban aquí, dormíamos amontonados en las únicas dos pequeñas camas que teníamos, y encima nos veíamos obligados a aguantarnos a la vecina tirándonos tierra de cementerio, restos de muertos y hasta “peos químicos” que dejaba en la puerta de la casa, para no dejarnos dormir, eso además de los constantes insultos que me gritaba cada vez que salía a trabajar”.

Pone el café en la mesa, inclina su cabeza y con un gesto de tristeza en su rostro, cuenta que un día los sicarios mataron el hijo menor de la bruja. “La señora Amanda desconsolada dejó de molestarnos, pero al cabo de unos días empezó otra vez con sus ofensas”.

“En una ocasión “los Triana” como le llaman a los matones de este sector, sacaron a la señora Amanda del barrio y le quitaron la casa, ya que sus otros hijos también andaban en malos pasos y aunque esa es otra triste historia, por lo menos este hogar pudo descansar de sus insultos”.

“Según la bruja, nos había lanzado una maldición porque quería vernos muertos. Ella aseguraba que era la culpable del derrumbe y se reía por eso, pero bueno, eso es algo que no podemos probar, la gente es muy incrédula y no cree en esas cosas”.
“Mi vecina Amanda hoy en día vive en la casita que me deseaba, sumida en la miseria y la pobreza, ese es el pago por sus malos actos. Hoy no le queda más que vivir en la desdicha que un día le deseo a esta familia”.

“Y así con las bendiciones de Dios logramos superarnos, mi hijo mayor consiguió un excelente trabajo y me ayudó muchísimo económicamente. Hoy en día mi casa es más segura, tiene vigas que sostienen la montaña, y varios muros en adobe que le dan mayor firmeza. Construimos hace poco el segundo piso y ahora estamos mucho más cómodos, aunque seguimos corriendo riesgos”.

***
¿No se decepcionó de Dios por tantos problemas?
Al contrario, estoy supremamente agradecida con él, continué mi vida en la iglesia donde serví en el Departamento de Liberación, encargado de orar por las personas que están poseídas por demonios. Esa es mi manera de ayudar a la gente y servirle a Dios por todo su cuidado”.

Se pone en pie, empuña sus manos y con una fuerte voz afirma que no le da miedo de estos seres, que tiene la autoridad de Dios para someterlos, y relata que en una ocasión pasó algo muy curioso con un endemoniado por el que oraban los hermanos de la iglesia y ella. Después de varias horas clamando por él, uno de los líderes se acercó a su esposa para pedirle agua, pues estaba cansado de orar por la liberación de este hombre y el espíritu no salía, justo en ese momento el demonio gritó: “Y a mí tráigame una coca-colita que esto va pa’ largo”.

Según ella, situaciones como esta son algo completamente real, pues estos seres del mal existen entre la gente y habitan en muchas personas que no conocen a Dios. Aún en las iglesias donde al parecer la gente se consagra, pero que no cuidan su alma del pecado. Supo que tenía este don cuando quedó embarazada de sus mellizos, y asegura que durante siete meses sufrió demasiado, ya que los bebés por poco mueren.

Esta era la segunda vez que estos niños superaban la muerte, ya que antes del derrumbe habían sobrevivido a las serias complicaciones prenatales de su madre, porque debido a su avanzada edad, el embarazo fue de alto riesgo, pues su sangre es OB negativo y los bebés estaban muriendo, debido a que no eran compatibles con ella.

El médico ordenó una curva, que es una intervención donde le sacan sangre a la madre cada veinte minutos para inyectársela directamente a los fetos, pero no funcionó, por eso los médicos aconsejaron hacer la misma intervención con la sangre del padre, para ver si los niños la aceptaban. Gracias a su fe y constantes oraciones, como asegura ella, ocurrió un milagro más y los niños crecieron en una semana el equivalente a todas las semanas que no lo habían hecho, sin necesidad de intervenciones de ningún tipo.

Hoy en día, relata doña Luisa, los muchachos ya están grandes, tienen 19 años. La casa ahora está mejorada, tiene dos pisos, varias paredes en adobes, “un piso de madera y un techo en zinc reforzado con ollas que extendemos como ropa en los lugares donde hay goteras, y donde caen chorros ponemos baldes que tenemos que cambiar apenas se llenen de agua. Este techo, aunque ruidoso y bastante caluroso, no nos deja mojar tanto como el de plástico improvisado que tenía la casa. El derrumbe nos permitió hacer algunas buenas reformas”.

Sobre Miguel: el padre

“El papá de los muchachos nos abandonó –cuenta con otro semblante y deja perder su mirada, se recuesta en el mueble, hace silencio por algunos minutos y continúa– luego de conseguir un trabajo en el estadio se convirtió en drogadicto, debido a la influencia de las barras bravas de Medellín y Nacional. Él vendía papitas dentro de las tribunas”.

“Hoy solo sabemos que vive en el centro de la ciudad, específicamente en “la calle del pecado” y que es prácticamente un indigente. Así es la vida, uno piensa que no, pero hasta el hombre más entregado a Dios puede caer tan bajo como lo hizo mi esposo, es triste verlo así, pero si él no se deja ayudar yo no puedo hacerlo, y Dios tampoco porque él no obliga a nadie”.

“Del padre que consentía estos niños hoy queda poco, quedan los restos de la miseria y maldad humana que consumió la esencia de este hombre empeñado en salir adelante”.

Doña Luisa es la madre de Daniela, Esteban, Jhon Jairo y Freddy. Ella es costeña y llegó a esta ciudad huyendo del maltrato del padre de sus dos hijos mayores: Freddy y Jhon Jairo. Trabaja como empleada doméstica y le encargó a su padre en Montería que vendiera la casa que tenía allí, para comprar una en esta ciudad y vivir con sus hijos.

Su padre injustamente vendió la vivienda y le prestó más de la mitad de la plata de la venta a un conocido, que aseguraba pagar buenos intereses por el préstamo, algo que a la larga le serviría mucho a su hija, debido a que los precios de las casas en Medellín eran mucho más costosos que allí.

Daniela estudió Administración en Salud y se presentó a la Universidad de Antioquia a Medicina, aunque no pasó, sigue buscando oportunidades para cumplir con su meta que es salvar vidas. Ella quedó marcada con esta idea después del derrumbe. Esteban trabaja para ayudarle con los gastos a la madre. Su mayor anhelo es ser músico, él toca la guitarra y canta en la iglesia, es un joven soñador que cree firmemente en que será un gran artista.

Esteban, ¿qué piensas de tu casa?
Mi casa no es tan igual como las demás,
con un toque especial y sin muchos lujos que añorar,
con lo necesario, sin resaltar.
Momentos vividos inolvidables,
historias de risas inmemorables.
Resaltando cuatro paredes y un techo que aún gotea
donde habita la paz, lo que la mansión más bella debe envidiar.
Si me quedara escribiendo no terminaría jamás,
hay tantas historias por contar y retos por terminar,
pero tengo que anunciar, mi casa es la casa ideal.



No hay comentarios:

Publicar un comentario