domingo, 16 de febrero de 2014

“La vida es como un videojuego”



Desde muy pequeña Ana María Echeverri se sintió diferente a las demás personas. Hoy, a sus 53 años, asegura tener un don que le permite ayudar a las demás personas a afrontar su proceso actual por medio de la sanación energética.


Por: Valentina González

Ana María recuerda como cuando era niña jugaba con seres que para ella eran parte de su naturalidad, “seres de luz”, como ella los llama, que le daban información que la hacía diferente a los demás niños pero que para los demás eran seres imaginarios.

Su vida después de esa infancia, rodeada de estos “pequeños ángeles”, fue como la de cualquier otra adolescente, aunque siempre sobresalía entre sus familiares y amigos por su extraña manera de ver la vida, y muchas veces fue tildada de “rara” y considerada “medio bruja”, aunque ella siempre supo que esa era su esencia.

Estudió odontología y ortodoncia, y ejerció su carrera con normalidad hasta que cumplió 27 años y sintió un vacío en su vida. “Caí en una depresión tremenda, no sabía qué estaba haciendo, ya estaba casada y con dos hijos y me parecía increíble pensar que viniéramos al mundo como animales que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Eso no podía ser a lo que venimos los hombres a la tierra, tenía que existir algo más allá. Fue en ese momento cuando empezó mi verdadera búsqueda”.

Durante los años siguientes Anita, como es llamada por sus más allegados, se dedicó a buscar ese factor presente en todos los seres humanos, pero que en muchos permanece dormido, la espiritualidad.

Siguió trabajando como odontóloga y aunque sabía que tenía algo más que hacer, asegura que durante esos años de intensa búsqueda, fue muy feliz.

Su larga indagación terminó hace dos años cuando hizo un curso de sanación con las manos, y según asegura le cambió el chip. “Me di cuenta que esto era lo que yo quería hacer con mi vida, quería sanar y ayudar a los demás. Empecé entonces a dedicarle mucho tiempo al tema y le pedí al universo que me permitiera dedicarme a esto y en la actualidad solo una tarde se la dedico a la odontología”.

En este curso conoció a otra mujer interesada en este tema y decidieron asociarse y empezar un proyecto que hoy en día se expande cada vez más. Ana María y su “socia espiritual” tienen un consultorio en Medellín en el que atienden a todo tipo de personas que estén en busca de ayuda espiritual.

Ana María expresa su gran impresión por la cantidad de personas que la buscan día a día. Asegura que el mundo está enfrentando un cambio difícil, ya que las personas vienen con una información diferente y el choque entre las creencias pasadas y lo que los jóvenes piensan ahora es muy difícil de afrontar.

“Las personas están saturadas de tanta información y están en búsqueda de saber quiénes son y para qué vinieron a este mundo, también buscan muchísimo sanarse espiritualmente, perdonar culpas de vidas pasadas y entender que venimos al mundo a aprender”.

Además esta mujer de 53 años tiene estudios en Colombia y México de “Sanación reconectiva”, la cual sirve para reconectarnos con nuestra esencia. Para ella estar conectados con nuestro universo y nuestra esencia es la mejor manera de tener una vida plena. De esta forma, podemos entender que todo en la vida pasa, nunca nos quedamos en ningún lugar y en ningún estado.

Y de “Inteligencia espiritual para la salud”, la cual es muy útil, ya que desarrollamos muchas veces enfermedades y malestares gracias a lo que sentimos en nuestro campo emocional.

“La felicidad sí existe, pero existe solo cuando entendemos que los momentos de felicidad no son eternos, de igual forma que los de tristeza tampoco lo son. Cuando entendemos que la vida es cuestión de subidas y bajadas y estamos preparados para todos los cambios, la vida se vuelve calma y tranquilidad incluso en los momentos de crisis y estrés”

La terapia de sanación

En el consultorio Ana María no les pregunta a sus pacientes a qué van, sino que en el momento de la consulta, ella pasa sus manos por encima de su cuerpo y, asegura, siente su energía. De esta forma se empieza a buscar cual es el problema con el paciente y por qué lado debemos trabajarle.

Entre risas, asegura ser muy acertada con su diagnóstico y lograr llegar a la raíz del problema para así ayudar a sanarlos.

“Los seres humanos no somos solamente el cuerpo físico que vemos, sino el conjunto de tres cuerpos, el mental, el emocional y el físico. Cuando un paciente viene con un dolor corporal es porque este problema ya sobrepaso los otros dos cuerpos, es un proceso. Todo lo que pensamos está primero en este plano mental, después empezamos a sentir, y sentir lo que pensamos, y al final se materializa en nuestro plano físico lo que pensamos en un principio, tanto lo positivo como lo negativo”.

Según esta terapeuta espiritual los principales problemas vienen desde la infancia, ya que todo lo que vemos entre los 0 y los 6 años es lo que forma nuestro subconsciente y es por eso que muchas veces reaccionamos de maneras que no entendemos.

“Tenemos mucha información guardada que no sabemos que tenemos y por eso no entendemos que es lo que nos pasa. Es ahí cuando nos toca devolvernos a la primera infancia para ver qué debemos sanar”

Las terapias de sanación se hacen por lo general en tres sesiones, en las que no se sana propiamente al paciente ya que, como afirma Ana María, “Nosotros lo que hacemos es darles las herramientas y el conocimiento para que ellos se sanen. Nadie tiene la capacidad de sanar a nadie, es un proceso que depende de cada uno, uno es su propio sanador”.

El planeta escuela

Ana María sostiene que venimos al mundo con la única misión de aprender. Ella lo relaciona con una escuela en la que no es posible ver materias de quinto año, si estamos en primero. Es por eso que, según Ana, debemos venir varias veces al mundo para aprender cada vez diferentes cosas, aunque este último tema, la reencarnación, lo considera complicado y difícil de tratar, ya que la religión católica lo abolió hace muchos años y la sociedad actual está apenas tocándolo nuevamente.

Las categorías en las cuales esta mujer clasifica los diferentes procesos por los que debe pasar el alma de cada persona son las relaciones, la economía, la paz interior, la adaptabilidad y la salud, y es de acuerdo con estos procesos cómo nuestra vida tiene ciertos tonos.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, Ana María logra entender cómo cada persona vive su vida y puede llegar a la conclusión de que no existen casualidades sino causalidades. Este último concepto lo define como cada situación y persona que conocemos así sea por un segundo, está destinado a pasar, y aunque no niega que exista el libre albedrío, nada de lo que según ella nos pasa, lo hace sin ningún motivo, aunque aparentemente lo creamos así.

Esta mujer cree plenamente que la realidad en la que vivimos es solo una ilusión: “La vida es como un videojuego, para pasar de nivel debemos aprender cómo hacerlo y si no hemos aprendido lo suficientemente bien, debemos repetir el nivel”.

Es por eso que esta odontóloga se define como una persona calmada, feliz y dispuesta a transmitir este conocimiento a las demás personas, pero nunca a imponerlo, ya que como dijo anteriormente, cada persona tiene su proceso y no es pertinente interferir ni juzgarlo, ya que por algún motivo está viviendo ese momento de esa manera específica.

“Mi hijo mayor por ejemplo, Sebastián, vive esto cada día de su vida y lo pone en práctica desde hace mucho tiempo, él vive cada momento y se lo soya de la mejor manera. Por el otro lado está Martín, mi hijo menor, él tiene toda la información, pero simplemente no es el momento para que la use”.

Ana María Echeverri sueña ahora con un programa de “Coaching en atención plena para la felicidad organizacional” el cual consiste en ofrecer en las empresas programas de coaching espiritual, con el cual ella y su socia pretenden darle a los empleados las herramientas para vivir felices y dar el máximo en cada momento, para así generar una situación gana-gana tanto para los empleados que se sentirán felices y para los empleadores que conseguirán un mayor y mejor rendimiento gracias al mismo hecho.


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