Manuela Garcés Echeverri
Un
caballero en todo el sentido de la palabra, según todo el que lo conoce. De 1.64
metros de altura, llega algo agitado después de hacer las vueltas del día.
"Soy un piloto, vuelo para allí, vuelo para allá", afirma Gustavo
Garcés.
Un hombre
humilde del antiguo barrio Otra Banda, esa zona de Medellín donde hoy está la
Biblioteca Pública Piloto y el barrio Carlos E. Restrepo, que supo aprovechar
las escasas oportunidades de la vida para salir adelante. Es el mayor de cinco
hermanos y seis hermanas que decidió hacer grandes sacrificios y retos con el
fin de apostarlo todo por un deseo que solo un buen padre puede tener: el de un
mejor futuro para sus hijos.
Una vida
de adulto que empezó a sus 12 años, pues le tocó asumir una cantidad de
obligaciones y postergar sus sueños debido a una enfermedad llamada Eczema que
le dio a su padre. En ese instante comenzó a trabajar en el bar Café Rialto y
su sueño de ser un abogado se fue desvaneciendo. Eso fue hace 65 años…
¿Cómo era su jornada laboral para ese
entonces?
“Trabajaba
todos los días desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche. Cada que
mi papá me podía remplazar unas horitas, me escapaba y me iba a jugar fútbol,
allá me relajaba y descansaba un rato".
Gracias
al esfuerzo y dedicación de este hombre, sus hermanos tuvieron la oportunidad
de estudiar. En 1955, con 20 años de edad, se casó con Ángela Escobar y sus parientes
empezaron a tomar responsabilidades en los cinco cafés que para ese momento
tenía su padre en Medellín.
Luego
decidió comenzar su propio negocio, lo llamó Bar Tropical, esto se concedió
gracias al préstamo que le dio su cuñada, Olga Escobar. Era un bar pequeño
ubicado por Juan del
Corral con la Paz, contaba con una zona de mucho movimiento donde el sabor
caribe y el aguardiente prendía la fiesta.
¿Cómo sacó adelante a sus cuatro hijos?
"El
bar me ayudó a independizarme, pero me cansé de eso y empecé a manejar un
camión tipo escalera en el barrio Enciso. Luego me vinculé y comencé a trabajar
en la flota de Campo Valdés. Con ese bus pude sacar adelante a mi familia. Sin
embargo, sin la ayuda de mi esposa Ángela como maestra no hubiera sido
posible".
Ahora
Gustavo cuenta con cuatro profesionales en su hogar: un abogado, una médica de
la Universidad de Antioquia, una odontóloga de la Universidad Javeriana de
Bogotá y un economista egresado de la Universidad de Medellín. Él afirma que
siempre le pidió a Dios que sus hijos fueran estudiosos y tuvieran la oportunidad
que él no tuvo: “Vivo feliz y le doy gracias a Dios que a mis hijos les gustó estudiar
y que me dio la oportunidad de darles ese privilegio”.
¿Cree usted que valió la pena el sacrificio?
“Me
siento pleno de ver que mis hijos me respondieron de la manera correcta, feliz
porque pude cumplir mi sueño de darles la oportunidad que yo
no tuve y satisfecho por ver los frutos de unos grandes profesionales y
personas”.
Desde las
cinco y media de la mañana hasta las nueve de la noche Gustavo trabajaba en el
bus de manera continua, no importaba si estaba enfermo o surgían imprevistos porque
era necesario laborar para poder sostener a sus hijos: no tenía tiempo libre,
llegaba, veía el noticiero de televisión y se acostaba para empezar la jornada
del otro día.
¿Cuál cree usted que es la clave del éxito?
“Insistir
en lo que se quiere, ponerle fe y alma al trabajo, pues se necesita de ganas y saber
aprovechar las oportunidades que se le van presentando a uno”.
Ahora que está retirado del trabajo, ¿qué
clase de actividades realiza de manera cotidiana en un día?
“Salgo de
misa y me voy a hacer las vueltas de la casa, recojo los medicamentos, estoy
pendiente de las citas y le ayudo a mi hija con el transporte de las terapias
de mi nieta”.
La niña
tiene problemas auditivos. La hija de Gustavo decidió traerla del pueblo San
Rafael, con el fin de ayudarla con terapias y médicos especialistas para brindarle
la posibilidad de oír. Él la considera su nieta, va a las reuniones del colegio
como su abuelo y se siente feliz de ver el progreso de la niña.
Este
hombre tiene, además de un sueño cumplido, una pasión que viene con él desde su
niñez, pasó por su juventud y llega hasta la actualidad. Ese motivo tiene
nombre propio y es el Deportivo Independiente Medellín, equipo de fútbol que
ama y lleva en lo más profundo de su corazón. “A mí me tocó llevar a Cali y a
Manizales en dos oportunidades a los hinchas en Medellín en el bus, fue una muy
bonita experiencia”, expone Gustavo.
Hoy, a
sus años, desde el barrio Calasanz, Gustavo Garcés expresa lo agradecido que
está con Dios y la vida por todas las bendiciones recibidas. Cuenta que ya su
jornada dio un giro radical, pasó de iniciar a las cinco de la mañana, para
comenzar a las seis a tomarse un tinto. Su vida va ahora a otro ritmo y de otra
manera, ya no está al frente del timón once horas continuas, pues ahora se
redujeron a una o dos para llegar a su destino. Ya tiene tiempo para su familia
y es en este momento donde su prioridad son ellos.
Fuente testimonial: Gustavo Garcés- 3204553850
Pie de fotos
· "Desde que tengo uso de razón soy hincha del poderoso".
· Cada noche disfruta acompañado del televisor su
tiempo para descansar.
· Para Gustavo es esencial salir de la casa bien
informado por eso lee el periódico antes de salir de su casa todos los días.
· Gustavo intenta hacer las vueltas del día hasta
antes de las tres de la tarde.
· Para Gustavo es esencial salir de la casa bien
informado por eso lee el periódico antes de salir de su casa todos los días.
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