Por:
Sebastián Peláez Campillo
El lugar
es ameno a primera vista. Es un gran campo abierto ubicado en lo alto de una de
las tantas montañas que rodean Medellín. Este sitio está adornado por extensos terrenos
rurales que permanecen floreciendo debido a la diariamente infaltable lluvia
que le da ese característico ambiente frío a Pueblo Viejo, un corregimiento localizado
en el municipio de La Estrella. Hoy se ha convertido en un espacio para el
deporte y la sana convivencia gracias a un proyecto unificador por parte de la
sede social encargada del lugar.
“Muchachos,
les voy a pedir un favor. Como ustedes son tantos, en la mesa pondré la olla
llena de empanadas y me van diciendo cuántas sacan”. Esta es la forma simple
pero efectiva que utiliza doña Clarita cuando ve que su puesto está rodeado de
gente que espera por su pedido.
Esta ama
de casa de edad avanzada asiste todos los días a los alrededores de la cancha
sintética de Pueblo Viejo. Ella hace parte de un gran grupo de vendedores
ambulantes que pertenecen al recinto deportivo del municipio y justifican su
trabajo con las personas que llegan a hacer uso de la cancha.
Algunos
de los alimentos que hacen parte de la carta de doña Clarita son las empanadas
de papa, pollo, carne y arroz, cuyos precios oscilan entre los 300 y los 1.800
pesos. También vende pasteles de pollo y algo de parva. Sin embargo, su secreto
no está en las empanadas sino en el famoso ají que ella prepara y que es inigualable,
según muchos de los comensales.
Desde
jugadores hasta directores deportivos del barrio se acercan semana tras semana
a este tipo de puestos para disfrutar de la variedad de productos que se
venden. El mecato, las bebidas, las frutas y los fritos son lo más común para
ofrecerle a la gente que busca saciar el hambre o simplemente calmar el antojo.
Todos los
puestos de venta están autorizados por la Acción Comunal de Pueblo Viejo porque
la venta informal hace parte de este proyecto social cuya sede central es la
cancha sintética.
“El
comercio en este lugar no tiene horario, las personas siempre están por ahí
dando vueltas. Esto por aquí nunca está totalmente solo”, así lo afirma
Francisco, conocido como Pacho, el frutero de la zona.
Son muy
particulares las ventas ambulantes en esta zona. En la mañana, la cancha es
principalmente visitada por niños que no superan los 12 años y que pertenecen a
las escuelas y semilleros deportivos. A esa hora del día predomina la venta de
mecato y bebidas, sin descartar los productos más apetecidos por las personas
adultas: los fritos y las frutas.
La
situación en la noche es totalmente distinta. A esa hora la cancha es un
espacio abierto para el desarrollo de torneos municipales, en los cuales
participan personas mayores. Igualmente, la presencia de los vendedores ambulantes
es mayor ya que es más la gente que participa y disfruta de estas actividades.
El ambiente
que se vive entre los comerciantes es de mucho respeto. No existe la
competencia entre ellos, se apoyan los unos a los otros y, eso sí, no dejan de
vender hasta que no se acabe la producción.
La mayoría
de los clientes son de fincas y barrios cercanos que son personal de la Acción
Comunal, entrenadores y jugadores, quienes tienen que cumplir con cierta intensidad
horaria de participación en la cancha.
Para mantener
organizados los alrededores del recinto y poder garantizarles seguridad, los encargados
del área deportiva le asigna un lugar a todos los vendedores. Sus puestos de
venta contrastan con locales comerciales como tiendas, panaderías y
salsamentarías. Sin embargo, estos representan un complemento para la
informalidad más que una competencia: los productos que requieren refrigeración
son almacenados en dichos locales y, obviamente, representan una ganancia
cuando son vendidos.
A diferencia
de otros lugares, en Pueblo Viejo los vendedores no van hacia el cliente sino
que el cliente viene hacia ellos. Allí no se escucha el regateo o las
insistentes palabras que invitan a la compra.
Ellos simplemente
se ofrecen al público como un lugar para relajarse después de un partido,
comentar los detalles del encuentro y disfrutar de un menú poco formal pero muy
variado y completo.
Las
tardes siempre son lluviosas y, como era de esperarse, la comunidad siempre
está preparada. La adecuación de las casetas es una tarea diaria que además de
resguardar al personal de la lluvia, también cambia el aspecto del lugar.
La labor
social que se realiza desde y con los establecimientos de venta particular es
destacable. Está claro es que el objetivo principal de la construcción de este
entorno deportivo es dejar a un lado el abandono y promover el bienestar de la
comunidad.
Sin
embargo, a lo largo del desarrollo de las actividades que se han realizado
desde la inauguración de la cancha, el personal directivo ha trabajado con
personas de escasos recursos y se han visto obligados a enfrentar situaciones
de deficiencia en la alimentación. Aun así, gracias al trabajo unánime con los
comerciantes independientes de la zona, a estas personas se les ha logrado brindar
un refrigerio como motivación para la iniciación al deporte.
Los fines
de semana se realizan actividades en la cancha hasta altas horas de la noche.
Estos días son probablemente en los que la comunidad está más activa en los
alrededores de la zona.
Es
evidente la presencia de los combos que tiempo atrás fueron protagonistas de la
violencia pero, aunque mantienen una actitud antipática, las diferencias entre
ellos solo se notan en la distancia que guardan. Unos se reúnen en el puesto de
venta de doña Clarita y los otros en el de La Mona, ubicados en un extremo distinto
de la canchas.
Para los
directivos deportivos de la zona, los vendedores ambulantes hacen parte
fundamental del proyecto. Según ellos, crean un entorno amigable y –de alguna
manera– están presentes siempre en las actividades que se desarrollan en el
lugar, promueven las actividades que se desarrollan y proponen nuevos
proyectos.
Es
importante tener en cuenta que estas personas también hacen parte de la comunidad
que fue afectada por la violencia pero que está siendo beneficiada a través de
este trabajo informal.
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