lunes, 24 de febrero de 2014

El éxito en manos de la informalidad


Por: Sebastián Peláez Campillo

El lugar es ameno a primera vista. Es un gran campo abierto ubicado en lo alto de una de las tantas montañas que rodean Medellín. Este sitio está adornado por extensos terrenos rurales que permanecen floreciendo debido a la diariamente infaltable lluvia que le da ese característico ambiente frío a Pueblo Viejo, un corregimiento localizado en el municipio de La Estrella. Hoy se ha convertido en un espacio para el deporte y la sana convivencia gracias a un proyecto unificador por parte de la sede social encargada del lugar.


“Muchachos, les voy a pedir un favor. Como ustedes son tantos, en la mesa pondré la olla llena de empanadas y me van diciendo cuántas sacan”. Esta es la forma simple pero efectiva que utiliza doña Clarita cuando ve que su puesto está rodeado de gente que espera por su pedido.

Esta ama de casa de edad avanzada asiste todos los días a los alrededores de la cancha sintética de Pueblo Viejo. Ella hace parte de un gran grupo de vendedores ambulantes que pertenecen al recinto deportivo del municipio y justifican su trabajo con las personas que llegan a hacer uso de la cancha.

Algunos de los alimentos que hacen parte de la carta de doña Clarita son las empanadas de papa, pollo, carne y arroz, cuyos precios oscilan entre los 300 y los 1.800 pesos. También vende pasteles de pollo y algo de parva. Sin embargo, su secreto no está en las empanadas sino en el famoso ají que ella prepara y que es inigualable, según muchos de los comensales.

Desde jugadores hasta directores deportivos del barrio se acercan semana tras semana a este tipo de puestos para disfrutar de la variedad de productos que se venden. El mecato, las bebidas, las frutas y los fritos son lo más común para ofrecerle a la gente que busca saciar el hambre o simplemente calmar el antojo.

Todos los puestos de venta están autorizados por la Acción Comunal de Pueblo Viejo porque la venta informal hace parte de este proyecto social cuya sede central es la cancha sintética.
“El comercio en este lugar no tiene horario, las personas siempre están por ahí dando vueltas. Esto por aquí nunca está totalmente solo”, así lo afirma Francisco, conocido como Pacho, el frutero de la zona.

Son muy particulares las ventas ambulantes en esta zona. En la mañana, la cancha es principalmente visitada por niños que no superan los 12 años y que pertenecen a las escuelas y semilleros deportivos. A esa hora del día predomina la venta de mecato y bebidas, sin descartar los productos más apetecidos por las personas adultas: los fritos y las frutas.

La situación en la noche es totalmente distinta. A esa hora la cancha es un espacio abierto para el desarrollo de torneos municipales, en los cuales participan personas mayores. Igualmente, la presencia de los vendedores ambulantes es mayor ya que es más la gente que participa y disfruta de estas actividades.

El ambiente que se vive entre los comerciantes es de mucho respeto. No existe la competencia entre ellos, se apoyan los unos a los otros y, eso sí, no dejan de vender hasta que no se acabe la producción.

La mayoría de los clientes son de fincas y barrios cercanos que son personal de la Acción Comunal, entrenadores y jugadores, quienes tienen que cumplir con cierta intensidad horaria de participación en la cancha.

Para mantener organizados los alrededores del recinto y poder garantizarles seguridad, los encargados del área deportiva le asigna un lugar a todos los vendedores. Sus puestos de venta contrastan con locales comerciales como tiendas, panaderías y salsamentarías. Sin embargo, estos representan un complemento para la informalidad más que una competencia: los productos que requieren refrigeración son almacenados en dichos locales y, obviamente, representan una ganancia cuando son vendidos.

A diferencia de otros lugares, en Pueblo Viejo los vendedores no van hacia el cliente sino que el cliente viene hacia ellos. Allí no se escucha el regateo o las insistentes palabras que invitan a la compra.

Ellos simplemente se ofrecen al público como un lugar para relajarse después de un partido, comentar los detalles del encuentro y disfrutar de un menú poco formal pero muy variado y completo.

Las tardes siempre son lluviosas y, como era de esperarse, la comunidad siempre está preparada. La adecuación de las casetas es una tarea diaria que además de resguardar al personal de la lluvia, también cambia el aspecto del lugar.

La labor social que se realiza desde y con los establecimientos de venta particular es destacable. Está claro es que el objetivo principal de la construcción de este entorno deportivo es dejar a un lado el abandono y promover el bienestar de la comunidad.
Sin embargo, a lo largo del desarrollo de las actividades que se han realizado desde la inauguración de la cancha, el personal directivo ha trabajado con personas de escasos recursos y se han visto obligados a enfrentar situaciones de deficiencia en la alimentación. Aun así, gracias al trabajo unánime con los comerciantes independientes de la zona, a estas personas se les ha logrado brindar un refrigerio como motivación para la iniciación al deporte.

Los fines de semana se realizan actividades en la cancha hasta altas horas de la noche. Estos días son probablemente en los que la comunidad está más activa en los alrededores de la zona.

Es evidente la presencia de los combos que tiempo atrás fueron protagonistas de la violencia pero, aunque mantienen una actitud antipática, las diferencias entre ellos solo se notan en la distancia que guardan. Unos se reúnen en el puesto de venta de doña Clarita y los otros en el de La Mona, ubicados en un extremo distinto de la canchas.

Para los directivos deportivos de la zona, los vendedores ambulantes hacen parte fundamental del proyecto. Según ellos, crean un entorno amigable y –de alguna manera– están presentes siempre en las actividades que se desarrollan en el lugar, promueven las actividades que se desarrollan y proponen nuevos proyectos.

Es importante tener en cuenta que estas personas también hacen parte de la comunidad que fue afectada por la violencia pero que está siendo beneficiada a través de este trabajo informal.  

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