domingo, 16 de febrero de 2014

Que me falte todo menos la sonrisa


Por: Carolina Correa

A los 15 años de edad Nubia Zapata salió de su casa en busca de una mejor vida y a falta de un apoyo familiar confió su existencia a un hombre que le prometió un futuro mejor y una felicidad completa. Ha vivido lo inimaginable y hoy está donde está gracias a eso.


En un apartamento de El Poblado se encuentra esta mujer de 35 años de edad, soltera, 1.45 cm. de estatura, morena y de pelo ondulado, que se mantiene recogido durante toda la semana para poder trabajar tranquilamente. Vive en Medellín, nació en Amalfi, Antioquia, el 3 de febrero de 1978, tiene ocho hermanos y sus padres son divorciados. Es estudiante de octavo grado de la institución educativa Comfenalco a la que asiste los domingos de 7:00 a.m. a 5:00 p.m.

Nubia Zapata es la mayor de sus ocho hermanos, desde que tiene uso de razón ha tenido que soportar maltratos en su familia. El primero que relata, y que ha sido el que más la ha marcado en su vida, es el maltrato físico que sufrió su madre por parte de su esposo durante muchos años.

La vida de esta joven no solo se ha visto marcada por la violencia intrafamiliar, que desde pequeña ha experimentado, sino además por un accidente automovilístico que casi le quita la vida.

Cómo empezó todo…

“Mi papá ha sido un hombre muy violento, maltrataba a mi mamá con un machete dándole planazos, mis hermanos y yo teníamos que escondernos para que no nos hiciera lo mismo y para no verla sufrir de esa manera”, dice Nubia.

Llegó el día en que su mamá se cansó y se escapó de la casa con el mayordomo de la finca donde vivían y se llevó a tres de sus hijos, entre ellos a Nubia, cuando aún eran niños, a la casa de su abuela. Cuando el padre se dio cuenta empezó a buscarla por todas partes hasta que la encontró en Medellín en un apartamento que habían alquilado su madre y su nuevo novio. Cuando llegó allá, cogió a Nubia y dando tiros al aire con su escopeta amenazó a los presentes sobre lo que les pasaría si trataban de llevársela de nuevo.

Su madre nunca pudo recuperarla porque al tiempo de lo sucedido sufrió un derrame cerebral y quedó paralítica por lo que el hombre con el que convivía la abandonó.

“Cuando tenía 12 años me cansé de la situación que estaba viviendo en mi casa, en ese momento vivíamos en un lugar que se llama La Caucana, cerca de Amalfi, en una de las fincas que manejaba mi padre. Él vivía con su pareja y a mí me obligaban a vivir allá, donde tenía que aguantarme peleas entre ellos todos los días. Cuando cumplí los 15 años me aburrí y me fui para la casa de la suegra de mi hermanastro mayor”, relata Nubia.  

Qué siguió después…

Cuando Nubia regresó a Amalfi empezó a trabajar en casas de familia. Su primer trabajo fue para una señora y su único hijo, el cual sólo le duró seis meses porque la patrona de la casa se murió y ella no quería quedarse trabajando sólo para su hijo.

El semestre siguiente llegó a una finca donde la recibieron para que trabajara recogiendo café, y en el que también se quedó seis meses solamente porque el dueño de la finca tenía un par de hijos de la edad de Nubia, quienes la asechaban y buscaban todo el día y eso no le gustaba para nada.

Al principio del año siguiente conoció a un joven que era cinco años mayor que ella y que le propuso que se fuera de ese pueblo con él y que vivieran y trabajaran juntos. Al acceder Nubia arrancó para el corregimiento de El Tapón, Antioquia. Esa relación duró un año y medio mientras él trabajaba en minas donde ella también lo hacía, pero sirviéndole el almuerzo a los mineros.

Esta relación tampoco duró porque Nubia fue víctima de maltratos físicos y psicológicos que la llevaron a revivir la historia de sus padres.

Cuando se le voló a su novio se fue directamente para Medellín, donde empezó a buscar trabajo en casas de familia. El primero fue en un establecimiento donde vendían cosas esotéricas, donde la ponían a hacer el aseo, a vender o lo que se necesitaran.

Después de unos meses trabajó para una pareja de jóvenes y sus dos hijos nacidos en Estados Unidos. Allí apenas duró unos 9 meses ya que los niños eran muy malcriados y abusaban de sus servicios hasta el punto de maltratarla psicológicamente.

Al fin acomodada pero no completamente afortunada, comenzó a trabajar para una familia conformada por una pareja de jóvenes y sus cuatro hijos pequeños: Ana María de 10 años, Santiago de 8, Alejandro de 5 y Carolina de 4. A las dos semanas de trabajo, en su primer día de descanso, Nubia fue a visitar a su familia en Amalfi. Corría el año de 1997.

Lo que sucedió en su regreso a Medellín fue que todos los buses que pasaban estaban completamente llenos y sólo uno pasó vacío, pero advirtiendo que su vehículo estaba presentando fallas mecánicas y que podía ser peligroso. Las personas, desesperadas (incluyendo a Nubia), omitieron la advertencia y se subieron al bus. Nubia se subió en el puesto de adelante.

Cuando llevaban medio camino, y estaban en una falda en bajada, el conductor del bus empezó a gritar que se habían quedado sin frenos y que se iban a matar. Lo siguiente que hizo Nubia fue tirarse del bus hacia una manga por lo que empezó a rodar y terminó semiinconsciente, y unos cuantos kilómetros adelante quedó el bus tirado del otro lado de la loma.

Como estaban en la carretera al poco tiempo llegó la Cruz Roja para asistirlos y a llamar a alguien que pudiera recogerlos en la terminal de Medellín. Como Nubia no tenía familia en la ciudad, tuvo que llamar a sus nuevos patrones a contarles la historia y a pedirles ayuda.

Su patrón salió a recogerla a la terminal y a llevarla a la Clínica Medellín del centro, donde la atendieron con un baño de agua caliente que la desinfectara, realizándole costuras y aplicándole cremas. Mientras ella se curaba sus patrones consiguieron una señora del servicio que les ayudara medio tiempo con el aseo y ella se encargaba únicamente de los niños durante todo el día.

Y se abre una nueva puerta

El padre de Nubia le dio un terreno en Villanueva, yendo para Amalfi, para que ella construyera su propia casa ya que el hizo repartición de bienes. Apenas Nubia aceptó y empezó a construir, uno de sus hermanos se había separado de su esposa y le pidió a Nubia que vivieran juntos y que el pagaba los servicios.

Nubia se dio cuenta un día que las cuentas no le estaban dando para sostener la casa como debía y le dijo que ella iba a alquilarla y que si él quería vivir ahí, él tenía que pagar un arriendo para que ella así pudiera hacer las escrituras de su casa, porque si no nunca iba a poder.

El hermano se llenó de rabia, pelearon y a partir de eso Nubia se dio cuenta que su hermano no estaba pagando los gastos de los servicios y la luz, hasta que resolvieron los problemas y él se quedó viviendo allá pagando arriendo y los servicios como Nubia le había dicho.

“No me quiero casar ni tener hijos, pues a pesar de venir de una familia muy numerosa son muy pocos los que se preocupan por mí por lo que tengo que pasarme la vida trabajando y sosteniéndome por mi cuenta, y no podría mantener una familia nunca”.

Ahora Nubia sostiene una relación estable con su padre y frecuentemente lo visita y lo llama. Él ahora mismo es una persona mucho más tranquila y centrada, está muy al tanto de sus hijos y no volvió a tener contacto con su ex mujer. Después de la separación con su mamá, Nubia se volvió a encontrar con ella y a partir de ahí empezó a ver por ella debido a su enfermedad y condición económica.



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