Por: Carolina Correa
A
los 15 años de edad Nubia Zapata salió de su casa en busca de una mejor vida y
a falta de un apoyo familiar confió su existencia a un hombre que le prometió
un futuro mejor y una felicidad completa. Ha vivido lo inimaginable y hoy está
donde está gracias a eso.
En
un apartamento de El Poblado se encuentra esta mujer de 35 años de edad,
soltera, 1.45 cm. de estatura, morena y de pelo ondulado, que se mantiene
recogido durante toda la semana para poder trabajar tranquilamente. Vive en
Medellín, nació en Amalfi, Antioquia, el 3 de febrero de 1978, tiene ocho
hermanos y sus padres son divorciados. Es estudiante de octavo grado de la
institución educativa Comfenalco a la que asiste los domingos de 7:00 a.m. a
5:00 p.m.
Nubia
Zapata es la mayor de sus ocho hermanos, desde que tiene uso de razón ha tenido
que soportar maltratos en su familia. El primero que relata, y que ha sido el
que más la ha marcado en su vida, es el maltrato físico que sufrió su madre por
parte de su esposo durante muchos años.
La
vida de esta joven no solo se ha visto marcada por la violencia intrafamiliar,
que desde pequeña ha experimentado, sino además por un accidente
automovilístico que casi le quita la vida.
Cómo empezó todo…
“Mi
papá ha sido un hombre muy violento, maltrataba a mi mamá con un machete
dándole planazos, mis hermanos y yo teníamos que escondernos para que no nos
hiciera lo mismo y para no verla sufrir de esa manera”, dice Nubia.
Llegó
el día en que su mamá se cansó y se escapó de la casa con el mayordomo de la
finca donde vivían y se llevó a tres de sus hijos, entre ellos a Nubia, cuando
aún eran niños, a la casa de su abuela. Cuando el padre se dio cuenta empezó a
buscarla por todas partes hasta que la encontró en Medellín en un apartamento
que habían alquilado su madre y su nuevo novio. Cuando llegó allá, cogió a
Nubia y dando tiros al aire con su escopeta amenazó a los presentes sobre lo
que les pasaría si trataban de llevársela de nuevo.
Su
madre nunca pudo recuperarla porque al tiempo de lo sucedido sufrió un derrame
cerebral y quedó paralítica por lo que el hombre con el que convivía la
abandonó.
“Cuando
tenía 12 años me cansé de la situación que estaba viviendo en mi casa, en ese
momento vivíamos en un lugar que se llama La Caucana, cerca de Amalfi, en una
de las fincas que manejaba mi padre. Él vivía con su pareja y a mí me obligaban
a vivir allá, donde tenía que aguantarme peleas entre ellos todos los días.
Cuando cumplí los 15 años me aburrí y me fui para la casa de la suegra de mi
hermanastro mayor”, relata Nubia.
Qué siguió después…
Cuando
Nubia regresó a Amalfi empezó a trabajar en casas de familia. Su primer trabajo
fue para una señora y su único hijo, el cual sólo le duró seis meses porque la
patrona de la casa se murió y ella no quería quedarse trabajando sólo para su
hijo.
El
semestre siguiente llegó a una finca donde la recibieron para que trabajara
recogiendo café, y en el que también se quedó seis meses solamente porque el
dueño de la finca tenía un par de hijos de la edad de Nubia, quienes la
asechaban y buscaban todo el día y eso no le gustaba para nada.
Al
principio del año siguiente conoció a un joven que era cinco años mayor que
ella y que le propuso que se fuera de ese pueblo con él y que vivieran y
trabajaran juntos. Al acceder Nubia arrancó para el corregimiento de El Tapón, Antioquia.
Esa relación duró un año y medio mientras él trabajaba en minas donde ella
también lo hacía, pero sirviéndole el almuerzo a los mineros.
Esta
relación tampoco duró porque Nubia fue víctima de maltratos físicos y
psicológicos que la llevaron a revivir la historia de sus padres.
Cuando
se le voló a su novio se fue directamente para Medellín, donde empezó a buscar
trabajo en casas de familia. El primero fue en un establecimiento donde vendían
cosas esotéricas, donde la ponían a hacer el aseo, a vender o lo que se
necesitaran.
Después
de unos meses trabajó para una pareja de jóvenes y sus dos hijos nacidos en
Estados Unidos. Allí apenas duró unos 9 meses ya que los niños eran muy
malcriados y abusaban de sus servicios hasta el punto de maltratarla
psicológicamente.
Al
fin acomodada pero no completamente afortunada, comenzó a trabajar para una familia
conformada por una pareja de jóvenes y sus cuatro hijos pequeños: Ana María de
10 años, Santiago de 8, Alejandro de 5 y Carolina de 4. A las dos semanas de
trabajo, en su primer día de descanso, Nubia fue a visitar a su familia en
Amalfi. Corría el año de 1997.
Lo
que sucedió en su regreso a Medellín fue que todos los buses que pasaban
estaban completamente llenos y sólo uno pasó vacío, pero advirtiendo que su
vehículo estaba presentando fallas mecánicas y que podía ser peligroso. Las
personas, desesperadas (incluyendo a Nubia), omitieron la advertencia y se
subieron al bus. Nubia se subió en el puesto de adelante.
Cuando
llevaban medio camino, y estaban en una falda en bajada, el conductor del bus
empezó a gritar que se habían quedado sin frenos y que se iban a matar. Lo
siguiente que hizo Nubia fue tirarse del bus hacia una manga por lo que empezó
a rodar y terminó semiinconsciente, y unos cuantos kilómetros adelante quedó el
bus tirado del otro lado de la loma.
Como
estaban en la carretera al poco tiempo llegó la Cruz Roja para asistirlos y a
llamar a alguien que pudiera recogerlos en la terminal de Medellín. Como Nubia
no tenía familia en la ciudad, tuvo que llamar a sus nuevos patrones a
contarles la historia y a pedirles ayuda.
Su
patrón salió a recogerla a la terminal y a llevarla a la Clínica Medellín del
centro, donde la atendieron con un baño de agua caliente que la desinfectara,
realizándole costuras y aplicándole cremas. Mientras ella se curaba sus
patrones consiguieron una señora del servicio que les ayudara medio tiempo con
el aseo y ella se encargaba únicamente de los niños durante todo el día.
Y se abre una nueva puerta
El
padre de Nubia le dio un terreno en Villanueva, yendo para Amalfi, para que
ella construyera su propia casa ya que el hizo repartición de bienes. Apenas
Nubia aceptó y empezó a construir, uno de sus hermanos se había separado de su
esposa y le pidió a Nubia que vivieran juntos y que el pagaba los servicios.
Nubia
se dio cuenta un día que las cuentas no le estaban dando para sostener la casa
como debía y le dijo que ella iba a alquilarla y que si él quería vivir ahí, él
tenía que pagar un arriendo para que ella así pudiera hacer las escrituras de
su casa, porque si no nunca iba a poder.
El
hermano se llenó de rabia, pelearon y a partir de eso Nubia se dio cuenta que
su hermano no estaba pagando los gastos de los servicios y la luz, hasta que
resolvieron los problemas y él se quedó viviendo allá pagando arriendo y los
servicios como Nubia le había dicho.
“No
me quiero casar ni tener hijos, pues a pesar de venir de una familia muy
numerosa son muy pocos los que se preocupan por mí por lo que tengo que pasarme
la vida trabajando y sosteniéndome por mi cuenta, y no podría mantener una
familia nunca”.
Ahora
Nubia sostiene una relación estable con su padre y frecuentemente lo visita y
lo llama. Él ahora mismo es una persona mucho más tranquila y centrada, está
muy al tanto de sus hijos y no volvió a tener contacto con su ex mujer. Después
de la separación con su mamá, Nubia se volvió a encontrar con ella y a partir de
ahí empezó a ver por ella debido a su enfermedad y condición económica.
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