Aun
cuando la Universidad de Antioquia tiene el alma cada vez más corrompida por
los diferentes problemas, ya sean estructurales o del momento, el bar Bantú,
que es un lugar cada vez más emblemático en las memorias de los universitarios,
no para ni siquiera cuando hay paro.
Por:
Manuela Tabares Guzmán
Me dirijo hacia Barranquilla, aquella
calle que baja desde el barrio Manrique y conecta a la Universidad Nacional con
la Universidad de Antioquia. Para sorpresa, la portería peatonal de esta última,
junto con las demás, está cerrada por estos días y además vigilada por miembros
de la Policía Nacional tanto afuera como adentro.
Por lo tanto, sí era verdad la
afirmación de uno de los tableros verdes que rodean el claustro en el que se
leen las noticias escritas con tiza blanca y rosada: “Militarizada la
Universidad de Antioquia”. Militarizada como una zona de enfrentamiento entre
diferentes bandos o ejércitos. Qué lamentable, toca ir a Bantú entonces para no
perder la venida.
En toda la esquina de Barranquilla con
la avenida Ferrocarril, está ubicado un lugar para universitarios e incluso
para personas ajenas que van en busca de una cerveza y un buen rato con amigos
y compañeros para dar inicio al fin de semana.
Cuando se llega allí, uno se da cuenta
que este lugar no es solo una esquina, pues realmente Bantú es el nombre del
bar con el que ya se bautizó todo el sector. Sin embargo, la parte de La Curva,
es el que acoge más gente.
Así pues, es esta última una calle estrecha
que cruza, en forma de ´S´, parte del puente peatonal amarillo de Barranquilla.
Cuando finaliza esta vía se une con la del Ferrocarril.
Bajarse en la estación Universidad del
Metro, por estos días, da una imagen algo sorpresiva y diferente a la que se
tiene en mente de las zonas estudiantiles en cualquier ciudad, donde hay muchos
jóvenes con pintas de estudiante, descomplicadas y sonrientes la mayoría del
tiempo.
El paisaje de esta semana, por estos
alrededores, es vacío. No hay vendedores de artesanías a las afueras de las
porterías, no hay estudiantes, no hay nadie. La Universidad ya no parece ser
universal. No tiene las puertas abiertas ni al conocimiento ni a quienes
cohabitan allí.
Todas las puertas están cerradas por
la decisión del Gobierno Departamental y la administración del claustro. Ellos explican
que se está actuando por el bien del espacio y de los futuros estudiantes, pues
afirman que se les debe garantizar un examen de admisión para que cuando entren
no se acumulen en los pasillos, en los salones, ni en los auditorios con
quienes al día de hoy no han estudiado más que unas semanas en todo el semestre.
La Curva es un lugar feo en el día, aspecto
que cambia en la noche con un alumbrado que es insuficiente para el sitio, pero
que permite ver a las personas que pasan cerca.
Esta es una calle angosta: está la
acera que sirve como asiento, las paredes rayadas con grafitis, unos bonitos y
otros patéticos; la contraparte del bar que sirve de baño para hombres y al mismo
tiempo de “plaza” y una pequeña zona verde árida.
El dormitorio de los indigentes en el
día es la acera del establecimiento comercial, que es restaurante hasta las
cuatro de la tarde y luego se convierte en un video bar, donde la música hace
que los transeúntes se contagien y se queden en el lugar, la diferencia es que
el consumo de cerveza es en la calle porque es más barata.
En este momento la Universidad de
Antioquia está dividida, unos creen que el paro es forzado e innecesario y
otros dicen que es la única forma con la que se puede conseguir las exigencias
del pliego acordado por la asamblea estudiantil.
El caso es que la burocratización de
la misma va desde la administración hasta algunas organizaciones estudiantiles
que se aprueban y desaprueban entre sí, mostrando de nuevo la cara de la
desorganización y borrando con el codo el proceso y legitimidad del movimiento
estudiantil nacional.
Pero ahí está Bantú, un sitio que se
llena de jueves a domingo, ya sea en tiempos tranquilos como en momentos
dificiles con paros y tropeles. Esto sin complique de tipo político donde
pueden converger las más grandes diferencias; tal y como boda católica: Bantú
está contigo en la salud, en la enfermedad, en
la riqueza y en la pobreza, cruzando la adversidad juntos, unidos por la
botella.
En esos días, la cantidad de cervezas
que se consume es increíble. Esto permite que muchas personas trabajen –que se
registran en las cifras de informalidad– recogiendo los envases, para llevarlos
a los mismos locales en los que les da una cierta cantidad de dinero por cada
botella.
Los clientes mientras conversan suelen
tomarse una cerveza, tardando 20 minutos, en los cuales pasan alrededor de
cinco de estos trabajadores, pidiendo la botella para echarla al costal o la
bolsa.
Un viernes, más o menos a las 9:00 de
la noche, Bantú está en todo su furor. Pasar por “la Curva” es difícil y lento,
pues parece que allí está medio Medellín. Unas clases por otras, los
estudiantes que por lo general son de la clase media, no dejan a un lado el
hecho de pertenecer a una universidad pública
Se convierte esta vía, entonces, en
una pasarela, donde se cruzan cantidad de miradas de hombres y mujeres. Unos
mirando nalgas, otros ropa, pintas y cabellos.
A esta misma hora, el ambiente empieza
a decaer, el olor a marihuana impregna a muchos de los que vemos a lo lejos.
Qué olor a juventud el que se encuentra en ese lugar. La droga y las cervezas
empiezan a cobrar estragos fisiológicos, puesto que la combinación entre
olores, como los orines masculinos y el olor a hierva, comienzan a bajar por
toda la acera donde están sentadas una cantidad de personas.
Los otros, quienes están sentados en
esa pequeña zona verde árida, debajo de los árboles que no crecen, son más bien
grupos grandes que ríen tomando cerveza
o una jarra de aquel vino de maracuyá. Tararean con el tiempo las canciones de
los bares del frente que al pasar las horas y los tragos no se diferencian, interpretando
a los Guns and Roses, a Richie Rey y a Bobby Cruz.
En una jornada continua, quienes
habitan también toda la zona de Bantú son los perros. En el día los caninos se
ocupan de supervisar si el ambiente se torna pesado por cuenta de la autoridad.
Y los de la noche velan y se le acercan a la gente en busca de afecto.
Por su parte, en el costado occidental
de La Curva, los raperos a plena luz del día, tiran sus rimas, improvisando
debajo de aquel árbol que no crece, con una banca imprevista que los tapa de
los rayos del sol
Es particular ver cómo se van
distribuyendo las zonas con el consumo y la repertición de las drogas en este
lugar. Así como ver al clásico del marihuanero en la esquina más oscura o en el
mueble viejo y sucio del que se deshicieron unos y adoptan otros con su sentado
sornero y su acento tan característico que alarga, principalmente, las vocales abiertas.
Durante la noche las situaciones de
los individuos varían; unos contextualizan la condición de la universidad desde
diferentes puntos de vista, otros se emocionan alzando sus voces, unos se
dedican a disfrutar del momento sin ser ápaticos con la problemática de la
institución. Mientras que a otros no les importa nada de lo que está sucediendo,
simplemente gozan con sus cervezas y, por su puesto, no pueden faltar los que
llegan solos, tristes y los que fuman su bareto.
A su vez, tampoco faltan los punkeros
en galladas con sus anarquías a las espaldas llenas de taches que parecen
competir por cuál es el más original en su vestimenta, alardeando su estilo con
que igualmente se uniforman y estereotipan como las demás personas.
Uno puede decir “pero qué darwinismo
el que se apodera de este lugar”, entonces, uno cae en cuenta de que este
espacio es lo mismo del que está allí, al otro lado de Barranquilla, dentro de
los salones o auditorios que a esta hora están vacíos. La competencia entra a
ser pues quien redirige más la moral y la ética en muchos de estos grupos.
Además, está el malabarista que expone
sus instrumentos de trabajo en el bolso que tiene colgado en su espalda, como
también está el personaje que se caracteriza por su cabello largo, corto y
extraño, el cual toca la melodía suave y tranquila acostado en la acera del
frente. Estas personas lo que hacen es que la pluriculturalidad que se les
niega hoy en día a los estudiantes de la U. de A. renazca en este sitio alterno
a las aulas de clase.
¿Qué representa Bantú en la vida de
los universitarios? La universidad de la vida, la universidad de la calle en
que “...yo pasaría de tonto si no supiera que uno tiene que estar mosca por
donde quiera…”
Mosca, mosca Manuela si va a sacar la
cámara aquí: pensaba yo en la mañana cuando fui a ver este paisaje urbano tan
particular que quería registrarlo con la cámara.
De repente venía un hombre detrás de
mí, yo ya me encontraba muy preocupada, pues cuando yo cruzaba la calle, él
también hacía lo mismo. ¿Qué hago? Gritaba yo mentalmente. En ese mismo
instante salí corriendo, simulando que me iba a montar al Coonatra que pasaba
en ese momento. Me fui y pensé que la escarapela de prensa que llevaba puesta
no había servido para nada.
En la noche volví al mismo lugar y me
dio más miedo sacar la cámara, pues aunque había más gente ya estaban las
personas de la “plaza”. “Manu, yo no le recomiendo que tome las
fotos por acá, ahí está esa gente. Más bien tómelas más allá”, dijo un amigo.
Por las calles se logran ver los
cuerpos flacos y voluptusos de los transexuales y travestis adolescentes que
pasan como si estuvieran en un desfile de modas. Caminan con la mirada fija y muy
firmes, demostrando poco interés en las miradas indirectas y criticonas de los demás.
Un grupo de ellos se reúne en la esquina del Ferrocarril para dirigirse al
centro de Medellín.
Bantú se cierra, como todos los
establecimientos de la zona, cuando empiezan las primeras explosiones dentro de
la universidad. Los ruidos, las explosiones y los gases se volvieron costumbre
para el estudiantado. Al terminar las protestas y los tropeles, los estudiantes
se van para su punto de encuentro, el bar Bantú.
Entro a comprar unas polas y el
vendedor me pregunta: “¿Ya llegó la protesta?”. Ante la respuesta afirmativa, el tendero procede a traer más cajas de
cervezas de la bodega para poder proveer y calmar la sed que da la lucha
social.
Aunque el Alma Mater de los
antioqueños se va viendo amenazada por la temporalidad de esos nuevos
habitantes verdes y vagos, que con sus armas amarradas a sus caderas se sienten
como en casa, siguiendo la misma dinámica del desplazamiento que tan cruelmente
marca cifras en las encuestas.
Los estudiantes, entonces, no se
pronuncian de buen modo contra la ocupación, pero tampoco hacen efectivas las
vías que quedan, dejando que se les desplace de su lugar, de su espacio, de su
universidad.
Dialéctica, Nietzsche, la época del
colegio, el rector de la U, la exnovia, Weber, deporte, qué frío en la
biblioteca, comida, 3.000 de empanadas, asamblea… y tantos temas que se pueden
encontrar en esta clase de espacios, propios de las universidades y su ambiente.
Finalmente, qué sería de los estudiantes sin las cervezas que, al igual que
esta, hace que nos volvamos más efervescentes ante cualquier tema.
Tan linda la Universidad, tanta
historia y tantas historias, tanta memoria, tantos gases, tantas asambleas,
tantos líderes, tantos muertos, tantas victorias y alegrías, para que los
estudiantes dejen cerrar la institución por más de tres días y no pase nada.
En cambio, en épocas anteriores las
cosas eran diferentes, como en el movimiento del 71, en el que los estudiantes
fueron los que cerraron la universidad, convocando a la discusión permanente y
a la reconstrucción de la idea de la sociedad universitaria.
¡Qué épocas! ¿Acaso la apatía se
apodera de nuestra generación? No sé, a veces como que sí. De vez en cuando se
despierta, se revuelca y consigue lo que quiere pero luego se vuelve a relajar.
Así como en el fútbol, se consigue algo, se confía y es ahí donde meten el gol.
Bantú, ¿qué es Bantú? Es un grupo de
comunidades étnicas del África que hablan en lenguas bantúes. Pero en Medellín,
Bantú es un punto de encuentro para la convergencia de los jóvenes de todas las
edades. Es un lugar que a pesar, de los tantos enfrentamientos y protestas que
se viven alrededor, une a todos en torno a un momento de diversión.
Esto no significa que la solidaridad
se borre en este lugar o que se llenen de indiferencia o apatía, más bien el
esparcimiento en tiempos difíciles es necesario, aunque no debe ser lo único
que nos ocupe, cuando el concepto de Universidad decae y se transforma en algo
amorfo.
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