domingo, 16 de febrero de 2014

La vida en rosa de El Carmen de Viboral



Por: María Camila Sánchez Zuluaga

A diferencia del día, la noche en el Carmen de Viboral demuestra la actividad de un pueblo dinámico que se rehúsa a que el frío de 15 grados centígrados impida la salida de las personas.


En las áreas rurales parecería que anochece más rápido que en la ciudad, desde las 6 de la tarde el cielo se observa completamente azul oscuro, se vislumbran las primeras estrellas que brillantes dejan en el olvido los cautivadores colores del atardecer junto con los locales de cerámica ya cerrados y las actividades de estudio y trabajo finalizadas.

La oscuridad, opacada por las luces blancas y amarillas que comienzan a encenderse, exhiben una noche activa en donde la mayoría de los habitantes de este pueblo, ubicado en el Oriente Antioqueño y conocido como la “Cuna de la Cerámica Artesanal”, salen a divertirse en compañía de sus amigos, hijos y demás familiares.

A las 7:00 p.m. comienzan a cerrar la plaza de mercado, entran unos bultos de maíz y los campesinos recogen sus bicicletas. Me dirijo a los sitios más concurridos, entre ellos la plaza principal que inundada de jóvenes y ancianos refleja los buenos ánimos con que el pueblo recibe la noche.

Los lugares de comidas son los que más llenos se encuentran, en las gradas y sillas del parque no cabe una persona más; los jóvenes toman cervezas, los niños comen crispetas y algodones de azúcar y los ancianos comparten en grupos tintos y manzanillas, una de las bebidas tradicionales más consumidas en el pueblo.

La cabecera municipal del pueblo hasta 1814 fue un asentamiento lineal que se originó en el cruce de caminos que de La Ceja conducía a El Santuario y de La Unión a Rionegro. El intercambio comercial entre ellos, en la actualidad permite la expansión de la economía en la región del Oriente de Antioquia.

Pasa la noche y la plaza principal se llena cada vez más. Al sonar las campanas a las 8:00 p.m., una oleada de personas de todas las edades sale de la iglesia. El nombre El Carmen de Viboral se dio en honor a la Virgen del Carmen, por tanto este es un pueblo católico y conservador donde la tradición siempre ha sido el mayor legado. Sin embrago existe la leyenda de que cantidad de víboras habitaban los terrenos en donde se ubica el Carmen. El nombre en sus dos sentidos cuadra perfecto. Al llegar la noche facetas de descontrol y desarraigo evidencian un desnudo que es lo opuesto al día.

Pasan las horas y en el camino hacia la zona rosa del pueblo, me encuentro con una pelea entre dos señores mayores: ‘’Hijueputa, a mí me respetás’’, Quienes transitan por la calle hacen una ronda para observar el suceso. Entre insultos y jalones agreden su cuerpo y dignidad. De un local salen sus esposas implorando detengan la pelea, pero uno de los hombres quiebra una de las botellas y decidido corre hacia el otro señor que lo espera con enojo. Su mujer se interpone en el camino, mientras alguien logra sujetar al hombre que posee un objeto común ahora convertido en arma letal.

La discusión se detiene, los hombres se calman y parten en direcciones opuestas. Continúo con mi camino y poco a poco logro escuchar música a muy alto volumen. ‘’¿Pero qué clase de rumba pa, pa, pa, La que yo cogí anoche qué qué qué?’’.

Al llegar a ’Alhambra’, la zona más popular entre los jóvenes del pueblo, descubro que el regetón invade todos los locales del lugar. Rainforest, KOKO y Tropical se destacan entre los sitios que más público tienen. Niñas de todas las edades bailan con jóvenes y adultos que desmedidamente las invitan a licor, una realidad triste debido a que no se ejerce un control riguroso en cuanto a la mayoría de edad para entrar a los negocios.

Con el fin de continuar el recorrido decidí dar una vuelta más por esta zona y descubrí que en la cera ubicada al frente de aquellos populares negocios y discotecas se encontraban locales sellados, entre esos Forbbiden y La Tequilera. Solo había un sitio de comida y un supermercado, ambos cerrados.

``Antes en el D1 quedaba el mejor lugar para farrear. Catavientos era lo más decente en rumba que tenía este pueblo’’, comenta ’El Dani’, un joven habitante del Carmen que cada fin de semana asiste a discotecas y negocios de entretenimiento.

Proseguí con mi recorrido, eran ya las 10 de la noche y con la llegada de la lluvia el frío en el pueblo aumentó. Todos entraban a los bares cercanos y yo continuaba con  mi camino. A medida que la temperatura bajaba me topé con una pequeña puerta negra acompaña por un letrero que decía Hard Bar. Entré al lugar y para mi sorpresa entendí que habían algunos sitios que no con la misma popularidad de la Alhambra pero sí con un sentido del entretenimiento similar, en cuanto a la venta de licor y disposición de música, invitaban a los habitantes a pasar su tiempo libre. En Hard Bar había jóvenes y adultos que disfrutaban del rock en español y metal, música que distinguía el estilo del lugar.

El dueño del bar, Sair Giraldo, me explicó que en El Carmen actualmente quedan muy pocos lugares alternativos al reggaetón: ‘’Yo como abogado del pueblo, en el día trabajo y en la noche abro mi propio bar. A este asisten mis más cercanos amigos y los jóvenes a los que nos gusta esta música y estilo, acá vos vas a encontrar un buen ambiente para tomarte tus polas o tu ron’’, agrega. Allí esperé hasta que la lluvia cesó.

Al salir del lugar me dirigí a la Calle de la Cerámica, conocida antes como la Calle del Comercio. Eran las 12 de la noche, esperaba estuviera sola, pero a diferencia de esta idea, me encontré con ocho señores, evidentemente ebrios. Ellos sentados en las farolas y aceras de la calle adornadas por cerámica, intentaban dormir en medio de su embriaguez. Había algunas misteriosas puertas abiertas. Pensé entrar en alguna pero observé en una de ellas a una mujer con botas, falda y un sombrero, muy maquillada y con cierto trajín en su rostro. Entendí que no se trataba de cualquier lugar, eran específicamente lugares de entretenimiento masculino, de donde supuse habían sacado a los borrachos que se encontraban en la calle.



Varias cuadras después, llegué hasta La Especial, un lugar muy tradicional del pueblo, en donde venden todo tipo de bebidas. Entré y tomé un perico palabra con que designan al café con leche caliente. Después de unos minutos logré calmar el frío que tenía y aunque mis zapatos continuaban mojados por el caminar en la lluvia reflexioné acerca de la tradición y conservatismo que se refleja en los habitantes en el día, en sus trabajos y comportamientos, en contraposición al descontrol y libertinaje observado y vivido en la noche.

Al dirigirme al lugar donde debía pasar la noche, crucé por la plaza principal y me topé con un grupo de jóvenes sentados en las gradas tomando tequila. Eran las 12 de la madrugada, el frío se sentía más fuerte que antes. Algunos taxistas en las esquinas del pueblo gritaban ‘’para Rionegro, la Ceja y Guarne’’; seguían ahí esperando algún cliente que decidiera regresar a su hogar o continuar su fiesta. Busqué las llaves que me habían prestado para entrar a casa. Al cerrar la puerta escuché gritos sin sentido. Pensé en lo caótica que podía volverse la madrugada en el pueblo y con miedo me adentré en mis cobijas y cerré mis oídos a ese mundo loco allá afuera.


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