Halloween nos provocó una
decisión poco usual: tomarnos un trago inusual. En la noche del 31 de octubre
hubo luces cuando me encontré con Daniela (mi mejor amiga) y decidimos ir a un
bar de la ciudad ubicado en Río Sur, un centro comercial que apenas se estaba
volviendo famoso. Queríamos saber qué hacía tan especial ese lugar.
Llegamos, parqueamos y subimos al séptimo
piso. Al llegar al bar Mixology nos dimos
cuenta del ambiente de terror y fiesta que se había apoderado por completo de
aquel lugar.
Aún se podían distinguir las siluetas de las
personas a pesar de la poca luz. La decoración -como es la esperada en un Halloween- hace alusión a murciélagos,
telarañas y a las caras más horribles que se pudieran ver.
La música del lugar estaba justo en su punto
(ni muy fuerte ni muy suave), logrando así animar a quienes estábamos allí, dándonos
ganas de festejar y bailar toda la noche.
Nos sentamos en la barra y pedimos la carta a
una de las meseras que se encontraba cerca. Vimos licores y cocteles tanto
conocidos como desconocidos.
“Valen, no sé qué pedir. ¿Qué dices? ¿Tú qué quieres?”,
me expresó Daniela.
“Dani, hay demasiadas cosas. Como siempre
aguardiente, cerveza y ron...”, le respondí.
“¿Por qué no probamos algo nuevo? Maluco
pedir siempre lo mismo. Cambiemos un poco, transformémonos esta noche, ¿sí?”,
propuse.
De esa sombra que nos habitaba salió la luz
de algo nuevo. Cada una pidió un coctel diferente: yo decidí un tequila sunrise, mientras que Dani optó
por un screwdriver.
La noche comenzó a ser más interesante y cada
vez la pasábamos mucho mejor. Entre risas, cocteles y baile comenzamos a sentir
algo que no era normal: notamos que algo no estaba bien cuando llevábamos
aproximadamente tres tragos.
El efecto que estos habían hecho en nosotras
era algo diferente e indescriptible. Nos sorprendió la sensación de haber
tenido una inyección inexplicable de adrenalina.
Vimos que un barman se estaba acercando hacia nosotras.
“¡Hola chicas! ¿Cómo van? ¿Cómo la están
pasando esta noche?”, nos preguntó
“¡Hola! Todo súper bien. Oye, ¿tú sabes cuál
es el secreto de estos cocteles que realmente nos tienen súper animadas?”, le dije
con curiosidad.
“Sí. Están muy buenos”, apuntó Daniela.
“Bueno, permítanme presentarme”, nos
contestó.
“Mi nombre es Ángel Chocano y soy barman de este lugar especializado en la
mixología molecular. Es el arte y estudio de mezclar bebidas, especialmente
licores. Se trata de investigar y aprender todo sobre cocteles: sus sabores,
aromas, texturas y colores. Así, comprendiendo de qué están elaborados, se
logra conjugar equilibrio y armonía en sus respectivos contenidos”, agregó.
Después de conversar un rato nos enteramos
que casi todas las mezclas que hay en el bar son producidas por él.
Ángel es un peruano que quiso probar algo
diferente en su vida. Estudió Administración de Empresas y realizó una
especialización en Calidad de Servicios de Productos en Alimentos, Hotelería y
Restauración.
Desde los 16 años empezó a trabajar por
necesidad y se dedicó a ser barman.
De ahí nació su interés por investigar los componentes culinarios y decidió
estudiar Gastronomía con especialización en Mixología, concepto que ya venía
emergiendo como novedoso e interesante.
Su cocina se convirtió en el laboratorio
donde experimentó la combinación de bebidas.
Años más tarde tomó la decisión de llevar
todo lo aprendido a otro lugar, así que habló con algunos contactos y emprendió
el viaje a Colombia.
“Me llamó la atención la posibilidad de
montar un negocio que no se está disputando en Medellín. Aquí, como en toda América
del Sur, existe una carencia de innovación. La Mixología Molecular logra
enfocarse en una nueva cultura de beber”, sostuvo Ángel.
No entendíamos por qué el bar se llamaba Mixology en lugar de Mixología, así que
Dani le planteó esta duda y él nos manifestó: “Mixology proviene de la palabra Mixología, una disciplina dentro de
una tendencia molecular que fue inventada por dos personas: un físico-químico
húngaro llamado Nicolás Kurtie y Herve This. Ambos trabajaron en ella desde
1969 pero en 1988 fue cuando finalmente se acuñó el término como cocina molecular. De ahí viene el nombre:
Mixology”.
La noche continuó y decidimos pedir la receta
más extraña de la carta del bar. Ángel nos preparó un coctel llamado “El
paisa’’. Es una mezcla de fríjol, aguardiente antioqueño, pizco y arequipe. Es
construido por medio de una cocción lenta donde se mezclan todos los elementos
de manera que cada uno de sus sabores llega a una perfecta armonía con el
resto.
Así terminó una noche perfecta donde
conocimos a una persona que jamás pensamos conocer y terminamos probando algo
totalmente inesperado, pero sobre todo innovador.
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