domingo, 16 de febrero de 2014

Una noche en sintonía molecular



Por: Valentina Vélez Arias

Halloween nos provocó una decisión poco usual: tomarnos un trago inusual. En la noche del 31 de octubre hubo luces cuando me encontré con Daniela (mi mejor amiga) y decidimos ir a un bar de la ciudad ubicado en Río Sur, un centro comercial que apenas se estaba volviendo famoso. Queríamos saber qué hacía tan especial ese lugar.  

         
Llegamos, parqueamos y subimos al séptimo piso. Al llegar al bar Mixology nos dimos cuenta del ambiente de terror y fiesta que se había apoderado por completo de aquel lugar.
Aún se podían distinguir las siluetas de las personas a pesar de la poca luz. La decoración -como es la esperada en un Halloween- hace alusión a murciélagos, telarañas y a las caras más horribles que se pudieran ver.

La música del lugar estaba justo en su punto (ni muy fuerte ni muy suave), logrando así animar a quienes estábamos allí, dándonos ganas de festejar y bailar toda la noche.
Nos sentamos en la barra y pedimos la carta a una de las meseras que se encontraba cerca. Vimos licores y cocteles tanto conocidos como desconocidos.

“Valen, no sé qué pedir. ¿Qué dices? ¿Tú qué quieres?”, me expresó Daniela.
“Dani, hay demasiadas cosas. Como siempre aguardiente, cerveza y ron...”, le respondí.
“¿Por qué no probamos algo nuevo? Maluco pedir siempre lo mismo. Cambiemos un poco, transformémonos esta noche, ¿sí?”, propuse.

De esa sombra que nos habitaba salió la luz de algo nuevo. Cada una pidió un coctel diferente: yo decidí un tequila sunrise, mientras que Dani optó por un screwdriver.
La noche comenzó a ser más interesante y cada vez la pasábamos mucho mejor. Entre risas, cocteles y baile comenzamos a sentir algo que no era normal: notamos que algo no estaba bien cuando llevábamos aproximadamente tres tragos.

El efecto que estos habían hecho en nosotras era algo diferente e indescriptible. Nos sorprendió la sensación de haber tenido una inyección inexplicable de adrenalina.
Vimos que un barman se estaba acercando hacia nosotras.

“¡Hola chicas! ¿Cómo van? ¿Cómo la están pasando esta noche?”, nos preguntó
“¡Hola! Todo súper bien. Oye, ¿tú sabes cuál es el secreto de estos cocteles que realmente nos tienen súper animadas?”, le dije con curiosidad.

“Sí. Están muy buenos”, apuntó Daniela.

“Bueno, permítanme presentarme”, nos contestó.

“Mi nombre es Ángel Chocano y soy barman de este lugar especializado en la mixología molecular. Es el arte y estudio de mezclar bebidas, especialmente licores. Se trata de investigar y aprender todo sobre cocteles: sus sabores, aromas, texturas y colores. Así, comprendiendo de qué están elaborados, se logra conjugar equilibrio y armonía en sus respectivos contenidos”, agregó.

Después de conversar un rato nos enteramos que casi todas las mezclas que hay en el bar son producidas por él.

Ángel es un peruano que quiso probar algo diferente en su vida. Estudió Administración de Empresas y realizó una especialización en Calidad de Servicios de Productos en Alimentos, Hotelería y Restauración.

Desde los 16 años empezó a trabajar por necesidad y se dedicó a ser barman. De ahí nació su interés por investigar los componentes culinarios y decidió estudiar Gastronomía con especialización en Mixología, concepto que ya venía emergiendo como novedoso e interesante.

Su cocina se convirtió en el laboratorio donde experimentó la combinación de bebidas.
Años más tarde tomó la decisión de llevar todo lo aprendido a otro lugar, así que habló con algunos contactos y emprendió el viaje a Colombia.

“Me llamó la atención la posibilidad de montar un negocio que no se está disputando en Medellín. Aquí, como en toda América del Sur, existe una carencia de innovación. La Mixología Molecular logra enfocarse en una nueva cultura de beber”, sostuvo Ángel.
No entendíamos por qué el bar se llamaba Mixology en lugar de Mixología, así que Dani le planteó esta duda y él nos manifestó: “Mixology proviene de la palabra Mixología, una disciplina dentro de una tendencia molecular que fue inventada por dos personas: un físico-químico húngaro llamado Nicolás Kurtie y Herve This. Ambos trabajaron en ella desde 1969 pero en 1988 fue cuando finalmente se acuñó el término como cocina molecular. De ahí viene el nombre: Mixology”.

La noche continuó y decidimos pedir la receta más extraña de la carta del bar. Ángel nos preparó un coctel llamado “El paisa’’. Es una mezcla de fríjol, aguardiente antioqueño, pizco y arequipe. Es construido por medio de una cocción lenta donde se mezclan todos los elementos de manera que cada uno de sus sabores llega a una perfecta armonía con el resto.

Así terminó una noche perfecta donde conocimos a una persona que jamás pensamos conocer y terminamos probando algo totalmente inesperado, pero sobre todo innovador.



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