Para Luis Alberto Ibatá Madrigal, un violinista de 28 años de edad, el artista “le está escupiendo en la cara” al espectador si su obra está compuesta en su totalidad por lo que él entiende y quiere expresar, sin importar si es entendible para las masas. Lo que ese artista está haciendo para él es “diciéndole a su destinatario: ‘usted es un bruto y todo se lo tiene que tragar’”; es por eso que el buen arte, en su criterio, se compone de un producto que esté constituido por un cincuenta por ciento de algo entendible para la gente, y un cincuenta por ciento de lo que el artista quiere y entiende pero que también el espectador pueda entender.
Luis
Alberto es conocido como ‘El violinista del Jardín Botánico’, puesto que suele tocar
su instrumento en ese lugar de la zona norte de Medellín, entre las cuatro y
las seis de la tarde.
El
violinista es alto, con una estatura aproximada de 1,75 metros, lleva cabello
largo, tiene cejas pobladas, una simpática sonrisa, usualmente se viste de
traje con camisa de manga larga y chaleco para realizar sus presentaciones en su
lugar de trabajo.
Él
se define como un “valor agregado” del sitio, y cada día se vale de sus
conocimientos musicales para permear al público con su arte y obtener una
retribución por ello que le permita financiar sus estudios y suplir las
necesidades que diariamente le perturban.
Sus
inicios con la música aparecen cerca del año 2000, cuando tendría 15 años de
edad. Esa formación musical la adquirió en La Red de Escuelas de Música de La
Alcaldía de Medellín.
En medio de las adversidades
Luis
Alberto se ha visto en situaciones bastante complicadas antes y durante su
proceso de desarrollo artístico.
Cuenta
que hasta cuando tenía 11 años, su padre tenía ‘cierto modito’, pues
inicialmente era un capitán de la policía, pero después se dio cuenta de que no
era eso lo que quería, entonces estudió Contaduría Pública y comenzó a
administrar un centro comercial. En seguida empezaron a llegar sus hermanos
menores, su madre no trabajaba y les tocaba sacar adelante una familia de seis
personas, de manera que la situación se fue tornando un poco difícil y “de un
momento a otro todo eso se cayó”.
Luís
Alberto expresa con cierta nostalgia: “Pasé de estudiar en un colegio privado,
bien educado, con principios y valores que me han quedado bien arraigados, y de
un momento a otro eso se cayó. Nos tocó a toda una familia irnos al Huila de
arrimados en la casa de mi primo, yo tuve que dejar de estudiar.
Mi
padre se intentó recuperar otra vez, y de forma empírica aprendió a arreglar
equipos de oficina, entonces yo lo acompañaba a trabajar mientras él cacharreaba
con eso, durante más o menos tres años, y por eso también decidí estudiar
electrónica y sistemas.
En
ese período también me tocó vender chances, mientras mi mamá vendía arepas en
el Huila, aunque allá no se ve la arepa como acá. Vivir todo ese estrés a los
12 añitos, lo ayuda a uno a evaluarse mucho.
Mi
papá la final de cuentas aprendió a defenderse por sí solo. Y vi que dentro de
ese aprendizaje había muchos errores, pero era por meterse en algo porque sí. Él
dice que a los 50 años encontró su carrera, pero al menos en mi familia han
sido más alcahuetas conmigo y me han dejado buscar lo que quiero hacer”.
El gran problema del arte
Luís
Alberto opina que el arte es ‘todo lo opuesto a lo que es esta sociedad’,
explicando que “si usted está en una sociedad en la que usted no tiene
necesidades de techo ni de comida y no hay que hacer porque todo ya se tiene,
usted se pondría a mirar para el techo y diría: ‘¿Qué me pongo a hacer?’, es
decir, si nosotros no tuviéramos esas necesidades, todos seríamos artistas”.
Pero
además de esto, el músico considera que en Medellín hay otro problema para el
arte: “La vida me está llevando a conocer más a la gente del común, uno de los
grandes problemas que pienso yo que hay aquí, es no tanto el elitismo, si no que
el arte no llega a las grandes masas. Hay un empresario que está manejando los
gremios dentro de la música, llámese reggaetón, bachata, salsa, etc., y es el que
domina.
Si
en Medellín, hubiera más artistas, que no sólo tuvieran la música como
alternativa, ya que está saturado el mercado, y estos músicos fueran de todos
los géneros, sería más feliz, y habría más variedad. Usted siempre sale con la novia
o la pareja y escucha es reggaetón, salsa y bebe alcohol, entonces cuando ya
son muy adultos, eso no les causa nada y se quedan encerrados viendo televisión
todo el tiempo, no hay como una inclinación por el arte porque no lo conocen,
porque no se muestra, entonces no llega al público.
En
ese sentido yo busco ayudar mucho. Porque yo por ejemplo toco temitas,
melodías, y la gente se amaña y les genera placer. Mientras que contratar un
músico para un evento es algo costoso”.
De Medellín, para el resto del
mundo
Frente
a la creencia de que Medellín es el epicentro del arte en Colombia, Luis
Alberto aprecia que, en efecto, “Medellín está en tres cuartas partes de la
meta, en comparación con otras grandes ciudades como Nueva York o Londres,
mientras que el resto de Colombia no tiene ni un 1 o un 10 por ciento”,
excluyendo a Bogotá, porque nunca ha visitado esa ciudad, y porque es lógico
que se hable muy bien de ella en términos artísticos, dada la cantidad de
habitantes tan superior que tiene con respecto a Medellín. Pero le apuesta a
que entre 10 y 15 años la capital antioqueña logre ser ese epicentro.
También
opina que “Medellín es la ciudad que le está diciendo al resto del país que no
es como se venía pensando, que no es la misma visión de un señor gordo allá sentado
que dice: ‘póngame un mariachi, pónganme una orquesta,’ y ya eso es arte, ante
eso Medellín dice: ‘que pena pero no es como veníamos. Todo se puede hacer
siempre y cuando haya voluntad, si usted no lo puede hacer es porque en su
cabeza no hay ni voluntad, ni visión y le falta estudiar’. Le estamos diciendo
al país: ‘Nosotros sí somos los que somos, si ustedes se quieren quedar ahí,
allá ustedes’”.
Además
expone que no le gustaría ir a estudiar música a ningún otro lugar del mundo
porque “aquí ya hay muy buenos profesores, por otro lado, aquí ya están
cansados de la música clásica, y nosotros le podemos enseñar lo que hay acá al
resto del mundo. Sería un orgullo sacar algo de acá para el resto del mundo y
decir: ‘Que pena señor europeo, pero es que nosotros ya no somos de taparrabos,
aquí también hay: ¡Mire!’”.
Entregarle un instrumento a un
‘marginado’ no es suficiente
Luis
Alberto plantea que no sabría si definir el arte en Medellín como una luz o una
sombra porque “hay una premisa que dice que si usted le entrega un instrumento
a un marginado o alguien que posiblemente se pueda convertir en delincuente, se
salva, pero no es sólo eso, no digo que eso no pase, pero estoy tratando de
decir que no es sólo darle el instrumento; usted debe darle conocimiento,
enseñarle a defenderse, el arte solo no funciona, necesita que otros factores
de la economía también crezcan, que las personas que estudian otras carreras,
crezcan y se desarrollen, porque enseñarle a usted solamente a ser buen músico
es condenarlo a tocar en un bus”.
Arte callejero vs. Academia
Para
Luis Alberto “hay mucho conocimiento en la academia y no es simplemente repetir
lo mismo que hacen todos en la calle por necesidad”. Y seguidamente manifiesta:
“También respeto a los que tienen muchas necesidades y no saben hacer nada más,
pero usted en la calle no se va a parchar a escucharlos, usted siempre va a
escuchar los mismos 3 ó 4 géneros, y en un bus, estando cansado y agotado, no
se lo va a soyar. Un bus no es un
escenario”.
Luis
Alberto hace una invitación a toda la manifestación artística de la ciudad, a
que busquen “hablar de las temáticas que realmente nos competen, y no de la
música clásica que es lo que heredamos, porque eso ya no es nuestra cultura, se
busca poder ‘llegarle al público, y lograr competir con el reggaetón’”.
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