Por:
Paula Molina Olarte
No eran más de las 6:00 de la tarde y en
Medellín ya había caído la noche. Al viento frío lo acompañaba el sonido de
unas trompetas que intentaban aligerar el ambiente de tensión que se sentía detrás
de la tribuna norte del Estadio Atanasio Girardot.
Jhonny, más conocido como “El Peludo”, pasaba
con lista en mano reclamando la plata de los hinchas que, a regañadientes, se
quejaban por el precio de las boletas y el viaje a Bogotá. Un pelado que estaba
corto de dinero corría de un lado a otro subastando su celular para poder
enlistarse en el bus que salía al otro día a las cuatro de la mañana.
Un bus, que cubierto en banderas rojas y
cargando en los maleteros un sinnúmero de instrumentos musicales, llevaría a la
capital a los miembros de La Murga del Indigente, la banda de la Rexixtenxia,
la barra que alienta al Deportivo Independiente Medellín.
“Semana tras
semana preparando los viajes
que no falte el
aguante en nuestro equipaje
con muy poco
dinero, pero nos da igual,
lo más importante
es venirte a alentar… ♫♫♫
Van siete años desde que un solo bombo, que
difícilmente se escuchaba entre los gritos apasionados de los barristas del
DIM, pasó a ser un conjunto de redoblantes, repiques,
bombos, zurdos, trompetas, trombones, saxofones, clarinetes y barítonos.
La banda se ha convertido en la familia de
muchos hinchas, que siempre están de carnaval sin importar si el equipo juega
de visitante o de local. La Murga verdaderamente hace sentir a la barra como
ese jugador “número doce” del equipo del Medellín, dirigiendo con su ritmo a los miles de barristas que
cantan a todo pulmón para animar a los seguidores del Poderoso.
Ningún hincha es inmune
a la alegría de la Murga, desde los psicorrígidos de la tribuna occidental,
pasando por los que quieren ir a norte pero terminan estando en la tribuna
popular sur, y finalizando con los que van a oriental. Todos van a alentar al
equipo rojo, perdiéndose eso si el ambiente frenético al ritmo de los músicos,
que a veces animan y a veces putean en coro a árbitros, técnicos y jugadores,
brincando en las tribunas como si fuera un festival.
“Vamos vamos rojo
al ritmo de la murga
Vamos rojo locura
con este carnaval
Vamos vamos rojo
al ritmo de la murga
Que me vuelvo
loco si no te veo jugar…♫♫♫
Cuando es el clásico,
todo es otro cantar. La pelea no solo se da en la cancha, sino también en las
tribunas populares, en las cuales las barras se desafían a distancia, se
preguntan y se contestan, se burlan y se retan, muchas veces incluso se olvidan
del partido y de los equipos, buscando cantar más duro, con más fuerza, con más
ánimos.
Aun cuando todo el mundo
se acalla por la derrota, La Murga no detiene sus cantos y se hace sentir desde
la popular.
Si hay algo en que todos
los hinchas coinciden es que durante el año se ven dos estadios y dos
espectáculos, uno con las barras que alientan sin descanso al equipo, y otro sin
las barras cuando las sanciones ahogan los gritos de las tribunas. Los hinchas
no conciben un partido sin escuchar la letra de las canciones que componen los
barristas, supongo que a los jugadores les ha de parecer igual.
Por este motivo La Murga
del Indigente se reúne, mientras el resto de personas reposan el almuerzo, todos
los sábados a las 3:00 de la tarde. Este, en particular, se encuentran más
ocupados que de costumbre, mientras los más jóvenes son enviados a un lado a
hacer ejercicios de resistencia para aguantar los 90 minutos de partido, tocando
los instrumentos de viento, los miembros que ya llevan más recorrido se dedican
a hacer minuciosamente el inventario de lo que tienen, pues han ido dejando
descuidados varios instrumentos que para la celebración de los 100 años del DIM
van a necesitar.
En las primeras dos horas de ensayo lo único que se escucha es ruido, se ve desorden incluso, apenas alrededor de las 6:00 de la tarde se escuchan vagamente, y apenas se reconocen, las melodías que hemos oído en el estadio. Es difícil imaginar como un grupo que parece tan disperso se abre paso de manera coordinada entre los miles de barristas que aclaman su entrada y esperan impacientes a que La Murga comience a cantar.
Cerca de donde ensayan,
refugiada bajo el techo de una de las tiendas que rodean estadio, se encuentra
doña Amparo. Lleva dos meses cosiendo una bandera de 200 metros de tela y aún
faltan más, los barristas han recogido alrededor de 8 millones de pesos para
tenerla lista para la celebración del centenario.
Desde que el proyecto empezó a cobrar
importancia en el 2006, sus líderes comenzaron a tocar puertas, reclutando en
los barrios a jóvenes sin conocimiento musical y capacitándolos con la
intención no solo de acrecentar la banda, sino también con el propósito de
alejarlos de la delincuencia. A este proyecto lo llamaron Aguante Musical y desde
entonces se realiza año tras año.
Así encontraron a Verónica, la primera mujer
perteneciente a una banda en toda la historia de las barras colombianas. Tiene
16 años y toca la trompeta, a pesar de que se pasa el tiempo rodeada de
hombres, además barristas, no pierde la feminidad, lleva su pelo liso y los
ojos maquillados. Es evidente que cuando camina entre bombos y redoblantes se
roba las miradas, los besos y los saludos de los miembros de la barra.
¨Me contemplan mucho, pero me exigen más, quieren que toque como el resto
de los hombres y soy consciente de que debo darles la talla. A veces es difícil
porque los ensayos son largos y demandan mucha disciplina, pero no me veo
estando en ningún otro lugar¨.
Entre los más de 100 músicos de La Murga, que
se toman la tribuna norte, se encuentra uno pequeño pero bastante
temperamental. Miguelito es hijo de uno de los miembros de la banda de la
Rexixtenxia. Tiene apenas 13 años, pero va desde los 9 a verlos ensayar, sabe
un poco de todo, ayuda y se iguala a los que son mayores, incluso va solo a la
popular.
Para todos los barristas que llenan la
tribuna norte la Murga más que un
nombre, es lo que representa, para la mayoría ellos hace parte de su identidad.
Significa barrio, ritmo, baile y carnaval, una forma de expresarse sin recurrir
a la violencia, transmitiendo sus mensajes a través de lo que cantan a su
público partido tras partido, con la intención de hacerse escuchar. Hoy en día se considera la mejor instrumental en Colombia, siempre está
presente de visitante y de local.
Aún después de que se
apagan las luces del Estadio Atanasio Girardot, el eco del ritmo de La Murga
del Indigente se impone frente al silencio que empieza a invadir la noche de la
ciudad.
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