Por: Diana Escobar Villegas
Tercer inning.
En el estadio Fenway Park de Boston (Massachusetts),
los Medias Rojas llevan el liderazgo en el último partido contra los Cardenales
de San Luis, de la Serie Mundial de las ligas mayores de béisbol.
El estadio irradia la felicidad de los
locales viendo ganar a su equipo, pero la tensión también se siente en hogares,
restaurantes y bares que sintonizan ansiosos el esperado final. Tres puntos a
favor de los bostonianos.
A 4.000 kilómetros de Boston, las calles de
Medellín son cubiertas por la sencilla oscuridad de la noche. Luces de color
amarillo iluminan la calle 9 con la carrera 42, donde frente a la tienda de
adornos y mercería La Reina y a contados pasos del colegio Palermo de San José,
se encuentra Rock Café Dalí.
Una línea de parqueaderos cubre el andén de
la entrada. Quienes están sentados en las sillas de mimbre en las afueras de Dalí son espectadores de los transeúntes
que suben hacia el parque Lleras o bajan hacia la avenida El Poblado.
Es allí, entre el parque El Poblado y el
Parque Lleras (dos lugares que ofrecen experiencias completamente distintas), donde
está localizado este bar que el jueves 24 de octubre de 2013 cumplió 23 años de
ser abierto al público.
El reloj marca las 8 p.m. Mientras fuman sus
cigarrillos y conversan, una pareja bebe unas cervezas junto a la puerta del bar.
Al ingresar hacia la derecha, el aviso más antiguo
del bar cuelga encima de un sillón doble de cuero negro. Se trata de un troquel
en metal con un toque rústico de apariencia oxidada y en cuya base es posible
leer (envuelta en una tenue luz amarilla) una reproducción de la rúbrica del
pintor realista Dalí.
A la izquierda se encuentran pequeñas mesas de
madera con sillas vacías y detrás de ellas, a la altura de los ojos hay cuatro
ventanales que dan hacia la acera de la carrera 42, por los que se ven pasar
los tacones negros de una mujer.
Desde la barra es posible oír la música que suena
moderadamente mientras el televisor transmite el emocionante partido de béisbol
entre los Medias Rojas y los Cardenales.
Cuarto
inning.
En una silla se encuentra Jorge Iván Escobar,
apodado el Cole. Es un hombre de 45 años fanático de los Medias Rojas. Espera la
victoria de su equipo con ojos ansiosos. Lleva 15 años frecuentando Dalí. Lo conoció porque los dueños son amigos
de su infancia. Hace algunos años dejó de tomar pero asegura que su trago favorito
era el coctel emblema de Brasil: la caipiriña.
Dalí nació como un
restaurante que se disfrazaba de bar en las noches.
El 24 de octubre de 1990, Ana Toro y Andrés
Lopera (estudiantes de Administración de la Universidad Eafit) decidieron convertir
un restaurante en bar de rock durante la noche. Alcanzando gran éxito, el restaurante
que era propiedad de la mamá de Ana, pasó a convertirse en un bar famoso por la
música, su ubicación y sus dueños.
Sin embargo, ambos socios tomaron rumbos
distintos después de graduarse. Ana se mudó a Estados Unidos y Andrés empezó a
gerenciar un banco.
Así que Dali, abandonado por sus fundadores y
a la merced de varios subarrendatarios que no mantuvieron el concepto del bar
en su música y el servicio, perdió la fidelidad de su clientela.
En 1998 fue finalmente vendido. Después de un
acuerdo amistoso, descomplicado y con facilidades de pago, el negocio quedó en
manos de dos jóvenes emprendedores: Juan Carlos Cantillo Jiménez y Álvaro
Walter Arboleda Valencia, conocidos por los clientes más cercanos como Cantillo
y Vado, respectivamente.
Los Medias Rojas marcan tres carreras más. El
partido favorece al equipo local. El Cole salta y da gritos de felicidad. En la
silla junto a él, un joven sonríe y responde con brindis las celebraciones. Carlos
Ramírez, estudiante de Diseño Gráfico de la Universidad Pontificia Bolivariana,
tiene 24 años y viene al bar desde que cumplió su mayoría de edad.
Su mano abraza una botella oscura de etiqueta
dorada con el logo de Club Colombia, esa cerveza con la que brinda la victoria
de la carrera. Su rostro es iluminado por las lámparas rojas que cuelgan del
techo. Con tono de aprecio habla del bar que lo ha acogido constantemente desde
que su cédula habita en la billetera.
—¿Cómo llegó al Bar Café Dalí? —le pregunté.
—Mi primo constantemente lo
visitaba junto a sus amigos —me dijo— Desde que cumplí la mayoría de edad me
empezaron a traer.
—¿Cada cuánto visita el bar? —continué
indagando.
—Normalmente vengo todos
los fines de semana y en vacaciones. Ha habido semanas en las que los únicos
días que no he venido han sido los lunes, solamente porque el bar no abre —me contestó.
—¿Qué es lo que más le
gusta del bar?
—Estar en Dalí es como estar en la sala de la
casa. Uno se siente en confianza, seguro y protegido en caso de pasarse de
tragos. Uno sabe que acá lo cuidan —aseveró.
—¿Qué piensa de los
ambientes que ofrece el lugar?
—Dalí
se
adapta al plan al que uno venga. Su variedad de ambientes da la posibilidad de
vivir experiencias distintas. Si fumas: te sientas en las mesitas de afuera mientras
escuchas la música que suena. Si tienes una cita: cuentas con los sillones,
mucho más cómodos y personales. Y si vienes con un grupo grande de amigos: puedes
juntar varias mesas adentro o afuera frente al parqueadero.
Me siento en la barra y hablo con el barman cuando vengo solo. Es de los
poquitos lugares -si no es el único- que realmente se adapta a mis gustos en iluminación,
volumen, tipo de música y gente que lo frecuenta.
—Sé que usted ha tocado y
manejado varios eventos musicales dentro del bar. Cuénteme más al respecto —le pedí.
—Acá conocí gente que
comparte mis gustos. Entre ellos, mis amigos músicos. Además fue el primer bar
en el que toqué en vivo, hemos hecho noches acústicas y a micrófono abierto
donde es bienvenido quien quiera cantar o tocar. Esperamos insonorizar el bar
para poder hacer conciertos nuevamente sin incomodar a los vecinos de la zona —confesó.
Daniel Gutiérrez, barman de Dalí, trabaja
allí hace cinco años, siempre luce una sonrisay es muy amable con los clientes.
Cuenta que la clientela es muy variada y que el sitio es visitado por gente
desde los 18 hasta los 60 años.
Resalta que, además de la música, la variedad
en licores y bebidas es uno de los conceptos principales del bar. Licores
vivos, shots, cocteles, cafés con o
sin licor, gaseosas, malteadas y diferentes snacks
conforman la carta tanto para aquellos que consumen bebidas alcohólicas como
para quienes no.
“Yo creo que Dalí
tiene una ventaja y desventaja a la vez: es un sitio muy underground. No toda la gente lo conoce a pesar de tener 23 años en
el mercado”, afirma Daniel mientras sonríe.
Juan Carlos Cantillo llega en medio de la
conversación con Daniel y se dirige a él con gran fraternidad y cariño. Dice
estar siempre agradecido por la aparición de un barman innovador en productos.
La carta no solo contiene cocteles
tradicionales y populares. Cuenta con diferentes inventos producidos en el bar:
los conocidos “cocteles de la casa” que llevan nombres como “Pink Floyd”, “El
gran tiburón blanco”, “No da nada” (coctel virgen) y en honor a una obra de el
mismo Dalí, “Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un
segundo antes de despertar”, más conocido como “Sueño”.
El juego transcurre con tranquilidad. El
quinto y el sexto inning pasan
desapercibidos sin marcación nueva. El estadio y el bar siguen expectantes al
desarrollo del partido.
En las paredes rústicas cuelgan afiches de
todo tipo de eventos de la ciudad, logos de licores nacionales y extranjeros. Las
luces tenues iluminan a las personas de forma leve y calmada, mientras los
parlantes inundan el lugar con sus ondas musicales.
Suena Like
a Stone de Audioslave.
Cantillo afirma: “Tenemos muy claro el concepto de la música del bar: rock clásico,
alternativo y actual. También algo de rock en español pero, como decimos
nosotros, muy seleccionado”.
Valentina Bustamante, mujer de 30 años, ha
sido fiel cliente del bar desde 1999. Le gusta fumar afuera y dice que se basa
en la continuidad de los conceptos del bar. “La
música sigue siendo la misma: desde los clásicos hasta lo más nuevo del rock.
Las caras de los dueños hacen pensar que es un lugar de tradición, de los pocos
que aún quedan en El Poblado (en comparación con el resto de la ciudad)”. La banda británica Supertramp es una de sus preferidas y se encuentra en el playlist del bar.
Solo en las noches frías, Claudia Aponte se
sienta en los sillones dentro del bar. El resto del tiempo se ubica en las
mesas de afuera con su frecuente grupo de amigos. El coctel favorito de esta
doctora de 31 años es el “Pink Floyd”. Le gusta el ambiente de amabilidad que
existe entre la gente que lo visita y de quienes lo atienden.
Canta Psycho
Killer a todo pulmón.
Séptimo inning
Los Cardenales marcan su primera carrera en
un intento de reivindicación ante sus rivales. En la distancia, el Cole sufre
junto a los bostonianos presentes en el estadio. Las ansias carcomen las
entrañas.
Afuera, en la esquina de la calle 9 con
carrera 42, Edgar y Daniela se encuentran sentados en unas escaleras.
Hace 25 años, Édgar trabaja en la zona con su
bayeta roja. Lleva 8 años frente a Dalí.
Le gusta la tranquilidad de los clientes y los pocos encuentros con borrachos
malucos.
Daniela tiene 22 años y un hijo de seis.
Sostiene su familia con las ventas de su caja llena de cigarrillos, chicles y
mentas con los que surte a los fumadores de la calle, pero principalmente a los
clientes del bar.
“Vado fuma Green Light y Cantillo fuma
Boston. Me colaboran mucho: me guardan la caja, me dan tinto, agua y
capuchinos. La gente que viene al bar es gente bien, no pelean, son tranquilos
y muy amables”, asegura Daniela. Por su parte, Édgar los cataloga como bacanes y divertidos.
Octavo inning.
No más carreras.
Noveno inning: el tablero marca 6-1.
Termina el partido: los Medias Rojas derrotan
a los Cardenales. Boston brinca y grita. Una victoria más para la ciudad. La
alegría se traslada al bar. Todos celebran.
Dalí comparte la
alegría de los vencedores. La música sigue sonando. Un nuevo brindis bien
merecido. La final de la Serie Mundial de las Ligas Mayores amenizó la noche en
el Rock Café Dalí de Medellín. Una
vez más es evidente la fraternidad, la amistad y la familiaridad que se viven
en el bar.
Pie de foto 1: Vista exterior de Dalí
Pie de foto 2: Interior de Dalí
Pie de foto 3: Cantillo (izquierda) y Vado
(derecha), dueños y administradores del bar.
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