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Sin
aceptación y aún considerado un tabú por
algunas personas, las ideas sobre el tatuaje se mueven entre una cultura
conservadora y una moderna, según las diferentes fuentes consultadas. Aquí
presentamos la opinión de artistas y clientes en diferentes lugares de la
ciudad.
Texto
y fotos: Alejandro Arboleda Hoyos y Santiago Rúa Correa
Repulsivas para unos, maravillosas
para otros, así se consideran estas obras hechas a punta de aguja y tinta en
Medellín. En la ciudad existen diferentes zonas en las que los tatuadores trazan
diversas figuras en la piel.
Hace alrededor de 50 años llegó a
Colombia la tendencia de tener la piel marcada por dibujos y letras.
Anteriormente era símbolo de problemas y criminalidad. La cárcel, el vicio y
las drogas eran asociados con aquellas personas que hacían de su cuerpo el
lienzo de los artistas del tatuaje. No había lugar para una revolución corporal
de tal magnitud en una sociedad tan conservadora.
Hoy, metidos trece años en el siglo
XXI, llevar un tatuaje es tan común como llevar un tipo de ropa. Desde doctores
hasta hombres de negocios lucen tatuajes en diferentes partes de su cuerpo,
como lo cuentan los diferentes partícipes de esta entrevista.
Transitando
el Metro de Medellín
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Un publicista de 56 años llamado
Gabriel Villa, al dirigirse a la estación Madera del Metro, habló sobre su vida
en el tatuaje. Es un hombre alto, de cabello cano y lentes que sería el clásico
prototipo de un ejecutivo de la sociedad antioqueña, si no fuera por cuatro
detalles que están desde hace dos décadas plasmados en su piel.
Gabriel expone orgullosamente sus
brazos descubiertos, donde están ubicados solo dos de los cuatro tatuajes que
tiene. “Yo les encuentro un sentido más que moda. En mi brazo izquierdo tengo
dos rosas y la palabra Arcángel.
Las rosas me gustan mucho y Arcángel es el nombre de mi compañía, me lo hice porque quería tenerla siempre presente. En mi brazo derecho tengo un ejercicio libre de un tatuador, le dije que me hiciera unos dibujos indios. En mi hombro izquierdo tengo un código de barras y en mi espalda uno muy especial que me lo hice cuando nació mi hija hace 17 años”.
Las rosas me gustan mucho y Arcángel es el nombre de mi compañía, me lo hice porque quería tenerla siempre presente. En mi brazo derecho tengo un ejercicio libre de un tatuador, le dije que me hiciera unos dibujos indios. En mi hombro izquierdo tengo un código de barras y en mi espalda uno muy especial que me lo hice cuando nació mi hija hace 17 años”.
Aunque siempre fue un hombre
emprendedor, desde joven tuvo que soportar las consecuencias de tener una piel
diferente a la mayoría de las personas: “Al principio me tocaba tener mis
brazos cubiertos porque no era bien visto tener dibujos pintados en el cuerpo,
empezando por mi familia”.
Gabriel es un hombre de mente muy
abierta. Hoy en día no tiene problema en mostrar la tinta que puso en su piel a
lo largo de su vida. Incluso afirma no tener problema el día que su hija decida
seguir sus pasos en cuanto a modificar su cuerpo: “Considero que para hacerse
un tatuaje debe haber madurez y entender lo que se quiere representar en la
piel”.
Lo
que se plasma en La Playa de Medellín
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En el centro comercial El Paseo de La
Playa hay más de 15 locales dedicados al arte del tatuaje y las modificaciones
corporales. Extensas vitrinas llenas de pircings, expansores, anillos y demás
adornos se exhiben a lo largo de los pasillos. Uno de esos locales es el de
Jonathan García, donde Miller, un joven sin miedo al qué dirán, pues así lo
afirma, ha decidido plasmarse una lagartija de estilo tribal en su pecho.
“Hace rato quería hacerme uno y las
lagartijas me gustan mucho”, afirmó Miller con los ojos llorosos mientras el
tatuador plasma el arte en su piel. Jonathan suda un poco mientras tiene los
ojos fijos en su obra. Con la paciencia que sus ocho años de experiencia le han
dado, contesta las preguntas acorde al movimiento de su aguja.
“Cinco años atrás yo
tenía ese tabú de salir a la calle mostrando mi piel marcada, pues tengo
aproximadamente 28 piezas de tatuaje en mi cuerpo. Ahora se volvió tan común
llevar un tatuaje, ya no hay tanto problema, empezando porque he tenido clientes
que son doctores, ingenieros, abogados, etc”, dice Jonathan.
Mientras la lagartija
va tomando forma en la piel de Miller, el tatuador cuenta cómo es la situación
hoy en día, según su concepto, en torno a su labor: “Hoy en día no se
estigmatiza tanto al ser humano por lo que modifica en su cuerpo, como en años
pasados. Hay que juzgar a las personas no por su exterior, sino por lo que son
en verdad”.
En un local del mismo
centro comercial también se tatúan historias, esta vez de manos de Juan Esteban
Hernández: “Llevo seis años en el oficio de tatuar y cuatro en este local. No
sé cuántos tatuajes tengo en mi cuerpo, pero tengo tatuados gran parte de los
brazos, el estómago, los pies. No he recibido algún rechazo, pero sí muchos
comentarios con un poco de ignorancia por decirlo así”.
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Juan Esteban es un
hombre de barba larga, y complexión media. Trabaja en el local de su familia
llamado Sandalo. En esta tienda vende artículos del mundo del género musical
así como variados accesorios. “La mayoría de la gente en vez de juzgar, pide
que le muestre los tatuajes”, explica.
Linea temporal del tatuaje
Al ritmo del rap,
Nex, pues así se hace llamar, comienza a trabajar en su local Graphical Tatoo. Esta
tienda, ubicada en el occidente de la ciudad, está abierta desde horas de la
mañana para la venta de pircings y adornos corporales. Al llegar su compañero y
diseñador de tatuajes, Juan Manuel Ramírez, le avisa que a la 1:00 p.m. llegará
Alexánder Betancur, quien se tatuará por cuarta vez a manos de Nex.
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Esta vez el joven
piensa llevar la tinta en su piel a otro nivel. Una enorme calavera con una
corona y rosas adornará un viejo tatuaje que tiene de su nombre. Esta vez el
color jugará un papel fundamental en la obra, un reto para el veterano en este
arte, como muchos de los que ha tenido en sus 15 años de experiencia. “Tenía 16
años cuando hice mi primer tatuaje, un yin yang en un seno. Siempre se tienen
nervios”, dice Nex, recordando su primer trabajo.
El tatuador afirma
que en Medellín la gente no tiene un gusto específico a la hora de marcar su
piel. Los diseños son diversos dependiendo de la persona y sus gustos. “No
existe un símbolo como tal que le guste a todo el mundo. Aquí vienen tanto
personas intrépidas que quieren algo grande, como parejas que quieren tener
ambas el mismo dibujo”.
Las canciones de rap
van pasando mientras Alexánder se afeita la parte de su cuerpo que será intervenida.
Nex se prepara para las cinco horas de trabajo que le esperan. Juan Manuel le
prepara las tintas en orden y Alexánder la mira expectante, pues sabe que en
pocos minutos esos colores pasarán a ser parte de su cuerpo. “Uno como artista
siempre se entrega al diseño que está haciendo. La concentración es un 100%”,
expresa.
Si hay algo que aclarar
es que aunque no hay diseños globales en la ciudad, tampoco es indiferente a
las diversas modas que van surgiendo. Los tatuajes que se hacían hace diez años
eran distintos a los que se hacen hoy en día.
Esta cultura va transformándose
cada día más: “Hubo una época en la que había un boom por las letras chinas y de hecho hoy en día se sigue viendo.
También existió la época de los muñequitos de los Looney Tunes. Todo va
cambiando, antes los tatuajes eran más tímidos, más pequeños, ahora la gente
busca algo original y único”.
Alexánder se sienta
en el mueble negro —cubierto por un plástico que se cambia constantemente para
evitar infecciones— y Nex comienza a trazar con un marcador el dibujo que este
eligió. Una vez ya lo tiene listo, prende el aparato que sostiene la aguja y
comienza una nueva obra que estará a merced de los comentarios de quienes aún
rechazan este arte.
“Los comentarios
negativos sobre los tatuajes yo los veo más como falta de cultura y de
educación. De hecho hace poco una clienta vino a taparse un tatuaje que tenía,
ella trajo a su mamá y la señora comenzó a decir que las personas que se hacían
eso en la piel eran desadaptadas, entonces a mí sí me tocó explicarle unas
cuantas cosas”, relata el tatuador.
Mientras la aguja se
desliza, Nex pone ese 100% de concentración del que habló anteriormente para
dejar satisfecho a su cliente.
El trabajo será largo, las horas pasarán hasta que por fin el producto esté terminado y un nuevo tatuaje se exhiba en las calles de Medellín.
El trabajo será largo, las horas pasarán hasta que por fin el producto esté terminado y un nuevo tatuaje se exhiba en las calles de Medellín.
“Hay incluso campañas
en las empresas que dicen que si estás tatuado no te contratan, eso me parece
absurdo. En Medellín de diez personas, siete están tatuadas", concluye
este artista.
Nex traza las
primeras líneas, crea la primera flor y pasa a pintar el contorno de la
calavera mientras se quita con su otra mano el sudor de la frente. Solo han
pasado unos cuantos minutos de las cinco horas que faltan. El trabajo apenas
comienza…
Pie de foto 1: El pabellón del tatuaje
en El Paseo La Playa, centro de Medellín.
Pie de foto 2: Gabriel Villa, de 56
años, mostrando sus tatuajes en el metro.
Pie de foto 3: El estilo del tatuaje
tribal que se tatuó Miller en su pecho.
Pie de foto 4: Juan Esteban informa
que tatúa en el local donde trabaja al igual que lo hace en su casa ubicada en
el barrio San Javier.
Pie de foto 5: Máxima concentración y
disciplina de Nex, para entregar un buen dibujo.
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